lunes, 20 de febrero de 2017

Otra mudanza más

Nos mudamos de nuevo. De entre todo los cambios que eso implica, el más importante es encontrar una buena guardería para el troll.

Hace diez días visitamos una guardería en la ciudad y nos enamoró. La pedagoga de nuestra clase era un amor, y los niños tenían varias salas entre las que se podían ir moviendo además de un parque de juegos enorme en el exterior. Cuando llegó la hora de irnos, la peque se quería quedar. Por desgracia es un detour importante, añade más de 20 minutos a mi trayecto normal al trabajo, así que hemos estado mirando otras posibilidades.


El pasado viernes estaba convencida de que había encontrado la guardería perfecta. A sólo 2.5km del apartamento donde vamos a vivir, y en medio del campo. Una especie de granja donde los peques participan en el cuidado de caballos, cerdos, conejos y gallinas. Donde se ensucian y gritan y están fuera cada día haga frío o calor. Llamé por teléfono y nos reservaron una plaza (es privada y hay sitio, así que no hay que hacer ningún trámite con la municipalidad). La directora fue muy amable y parecía muy entusiasmada (aunque no tanto como yo, que literalmente quería dar botes de alegría). Dijo que nos veríamos el lunes.

Hoy lunes, fui por allí después del trabajo. Por desgracia, al trabajar lejos de casa, papuchi no pudo acompañarme. Llegué allí y la mujer con la que hablé el viernes no estaba, con lo cual su marido me dió el tour. Tengo que reconocer que fue un poco decepcionante. No sé explicar muy bien por qué. En parte, supongo, porque iba con unas expectativas muy altas. El diluvio y el terreno lleno de barro y de charcos tampoco ayudó, seguramente. Pero sobretodo ha sido una cuestión de espacio, que no hay demasiado. O mejor dicho, no tanto como en la guardería que habíamos visto anteriormente. La guardería está montada en el interior de una casa, más bien antigua, y se nota. Aunque tampoco quiero dar la impresión de que era una cueva o se caía a pedazos. Los peques allí se veían contentos. Los pedagogos en su mayoría parecían amables (excepto por una mujer en cuestión que en mi opinión llevaba demasiado maquillaje y muy mal puesto, lo cual daba una imagen un poco extraña). Pero... no me ha convencido. Y el señor que me ha dado el tour tampoco se me ha sabido ganar. Ha faltado profesionalidad. La cabeza de venado (o creo que era un venado, porque no he mirado mucho) y el faisán (?) disecado o las calaveras (de algún animal pequeño con cuernos) decorativas no han ayudado (esto estaba en el edificio de los más mayores, de 3 a 6 años). Qué puedo decir, no me gustan los cazadores. Alguien para quien el asesinato de una criatura inocente es considerado un deporte no es de fiar. Y soy bióloga, y entiendo que a veces las poblaciones tienen que ser controladas, pero no me cabe en la cabeza que haya quien pueda disfrutar semejante acto de crueldad. Pero bueno, me voy por las ramas.

La conclusión es que hemos vuelto a la casilla de salida. Y la guardería número 1 tampoco es una opción porque la señora de la municipalidad nos retiró la plaza (al decirle papuchi que quizás íbamos a considerar algo más cerca de donde vivimos). Aunque eso es otra discusión que prefiero no iniciar...

Muy a mi pesar, esto implicará que en lugar de ir a guardería, el troll volverá a estar con una cuidadora hasta que salga una plaza en el jardín de infancia. La idea no me entusiasma porque pienso que la peque necesita más retos, un ambiente más enriquecedor, con más niños (preferiblemente de su edad o mayores) y más adultos. A no ser que mamuchi encuentra una alternativa (seguimos a la caza).

Y mientras, mi hija sigue creciendo a un ritmo acelerado y mamuchi sigue en una nube todo el tiempo. Se me sigue cayendo la baba como hace meses, sigo quedándome boquiabierta con sus ocurrencias y sus ideas y no me duele pasar casi todo mi tiempo libre con ella (me está costando mucho muchísimo escribir, se nota que he perdido la práctica de esto del blogging en castellano). Sus frases cada dia son más largas (ya usa tres y cuatro palabras seguidas con normalidad) y su vocabulario es impresionante. Atrás quedaron los días en que podía hacer una lista de las palabras que iba aprendiendo, es una barbaridad. Aún no da besos (los manda al aire) pero abraza con asiduidad y hace carantoñas y cosquillas y cariños. La adoro. Y adoro ser su madre.

Luego veo blogs en los que mamás modernas periodistas escriben que se arrepienten de haber tenido hijos y me dan ganas de partirles la cara. No porque se arrepientan (que todo el mundo tiene derecho a pensar lo que quiera) sino por hacerlo público de esa manera. ¿Qué pensarán sus hijos cuando lo lean? Mamá haciéndose famosa diciendo que sus hijos le arruinaron la vida, y la gente aplaudiendo su honestidad cuando lo que uno está buscando es su minuto de gloria. Yo soy una gran defensora de una maternidad más honesta, de crear expectativas reales en las futuras mamás, de no pintarlo todo de color de rosa (que parece que yo lo esté haciendo, pero es que mi vida ahora mismo es bastante de color de rosa - y que dure). Pero de ahí a hacer público en internet (que sabemos que esto luego queda ahí para siempre) que tus hijos te han arruinado la vida hay un abismo. A mí no me cabe en la cabeza. Pero claro, supongo que es fácil de decir desde mi situación privilegiada de mamá enamorada hasta la médula. 

En fín, que la gente a veces tiene cero empatía y punto.



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