miércoles, 2 de agosto de 2017

Nueva dirección

Desde ahora seguiremos informando desde:

https://besitoabesito.wordpress.com/

:)

¡Te como!

El otro día me comía al troll a besos y achuchones, cuando: 
- MiniN, ¡te voy a comer enterita! Nomnomnomnom.
(MiniN se pone de repente triste y empieza a sollozar y llorar)
- ¡Noooo, maaaamaaa...! ¡No me cooomaaas!

No sabía si reír o llorar con ella.



domingo, 30 de julio de 2017

Adiós cuna

- Mama, tienes chocolate (señalando mi boca).
- No, troll...
- Abre la boca
(me apresuro tanto como puedo a esconder la golosina que me estaba comiendo, debajo de la lengua)
- Aaaaaa
(el troll mira dentro de mi boca muy detalladamente, arriba, abajo y a los lados,
y se da por satisfecha).
- Vale, mama

Uff.

El jueves pasado abrimos la cuna del troll por uno de los lados, así que ahora puede salir de la cama sola. El experimento "colchón en el suelo" de hace unas semanas no nos salió bien y hubo que ponerla en la cuna de nuevo, pero esta vez ha sido todo un éxito, mucho más de lo que esperábamos. Desde el minuto en que pudo, subió y bajó sola unas cuantas veces y puso a sus muñecos a dormir. ¡Estaba tan feliz!

Cuando llegó la hora de acostarse, se subió ella sola a la cama y después de un par de historias y tres o cuatro canciones (sí, lo sé, tenemos que trabajar en reducir esos números), se dispuso a dormir.
Al poco rato, oímos ruido a través de la alarma. Cuando su padre fue a mirar, la peque había encendido la luz y estaba leyendo. Papa la dejó de nuevo en la cama, con la luz apagada.
Poco después, oímos la puerta de su habitación. La encontramos en el pasillo, y cuando nos vió echó a correr hacia su habitación. Cerramos la puerta y ya no la volvimos a oír hasta la mañana siguiente.

La segunda noche, no salió de su cama.

El sábado, incluso durmió la siesta. Se quejó y no quería ir a la cama, pero una vez dentro, después de los cuentos y las canciones, se quedó dormida.

Próximos retos: adiós chupete, adiós pañal.

lunes, 24 de julio de 2017

¡Pero bueno!



No puedo empezar a describir cuánto me divierto con las exclamaciones del pequeño troll. Lo último es el ¡Pero bueno!, que exclama sin ton ni son en ocasiones muy diversas. Llega a su habitación y encuentra determinado juguete ¡Pero bueno!, le servimos comida en su plato ¡Pero bueno!, mientras juega en su cocina ¡Pero bueno!

Evidentemente lo ha copiado de una servidora, que exclama ¡Pero bueno! cuando llega a una habitación y no da crédito de que pueda estar tan desordenada. 

Otro ejemplo hilarante es el ¡Qué mala suerte! Así tal cual, fuera de contexto. Estás ocupado con tu rutina diaria y oyes detrás de ti ¡Qué mala suerte! 

Cada día es más y más difícil aguantarse la risa con la pequeña N. Incluso cuando debemos (por motivos educativos de no reforzar comportamientos que no queremos que se repitan), a veces tenemos que mirar a otro lado hasta poder hacer desaparecer la sonrisa inoportuna. Pero si soy sincera, me encanta. Me encanta que sea así de payasa y que nos haga reír con tanta facilidad. Y adoro su expresión de felicidad absoluta cuando ve que nos estamos divirtiendo tanto como ella.

Hace unos días, miniN y yo pasamos la primera noche separadas desde que empezó a existir (que se dice pronto). Hasta entonces yo había salido por la noche pero siempre habíamos dormido bajo el mismo techo. Sin embargo, la semana pasada yo tuve que volver al trabajo un par de días, mientras papa y el troll se quedaron con mis suegros de vacaciones. Fueron dos noches en total y aunque la despedida fue dura (puse a la peque a dormir antes de marcharme, pero yo soy llorona como pocas) tengo que reconocer que ese día que pasé completamente sola no me dolió tanto como anticipaba. Sí, fue muy raro estar en una casa vacía y silenciosa. Sí, “malgasté” la noche sentada delante de la televisión, binge-watching en Netflix. Pero oh! No me importaría tener alguna otra de esas noches de vez en cuando (y ni siquiera sé deciros por qué, ya que normalmente si la peque está durmiendo y papa está en el PC, yo más o menos estoy sola igual, jaja!)

miércoles, 12 de julio de 2017

26 meses

Hace tiempo que vengo diciendo que mi pequeña ya no es un bebé, pero ahora está claro que ya es 100% niña. Tanto es así que a veces viene a que la coja en brazos jugando y diciendo "Naia es un bebé", lo cual irónicamente es prueba de que ya no lo es.

Lo sé, lo sé, ya tiene 26 meses, dejó de ser bebé hace tiempo... pero es duro. Es increíble, maravilloso, fascinante, emocionante y apasionante, pero también difícil. Cada día se hacen más mayores y nos necesitan un poquito menos.

Mi hija siempre ha sido tirando a independiente, lo cual es genial. Y ya no me puedo quejar de que sea un poco "despegada" porque la verdad es que conmigo es bastante amorosa de maneras diferentes. Buscándome para jugar, acurrucándose conmigo debajo del edredón huyendo de "monstruo-papa" o diciendo a los demás niños "MIN mor!!!!!" (MÍ mama!!), cada día me envía señales de que me quiere, aunque no lo diga directamente y aunque a veces le pregunte si le puedo dar un beso o un abrazo y me diga que no.

Sinceramente, sigo en el paraíso. Y digo esto después de noche en la que me he levantado dos veces y papá una, porque la peque estaba llorando/quejándose/teniendo pesadillas. Digo esto después de decirle a papá esta mañana ¿estamos seguros de que queremos tener otro bebé en el futuro y volver a las noches de no dormir?

Pero todo vale la pena cuando la peque me pide que juguemos al "escondite". Nuestro juego del escondite consiste en dos turnos:
1. Yo voy a contar y N se esconde debajo del edredón en mi cama (siempre debajo del edredón). Cuando llego al diez, empiezo a buscar y para no encontrarla enseguida, entro primero al baño gritando "¿Dónde está N...? ¿está en el baño?" a lo que N responde "¡No! ¡está en la cama de mama!". Fácil.
2. Cuando la encuentro, me dice que ahora ella va a contar y que mamá se esconde "debajo del edredón, mama". Y N se va a contar, y repite exactamente lo mismo que hice yo, me busca en el baño y luego va a la habitación. 

Y así sucesivamente. A veces hago trampa y me escondo detrás de la puerta, pero con cuidado de hacer algo de ruido para que N no se lleve un susto demasiado grande. 

Normalmente el juego evoluciona en otro en que las dos nos escondemos debajo de un edredón y llamamos al "monstruo papa". Y el monstruo viene y intenta entrar en nuestra "burbuja" y hacernos cosquillas. 

Es una delicia. 

Y sí, sigue teniendo momentos en los que pierde el control, lo cual es absolutamente normal. Afortunadamente, seguimos navegando esos momentos juntas. Normalmente, aunque esté enfadada, siempre viene a mis brazos cuando los extiendo hacia ella. Entonces hablamos. Bueno, yo hablo y ella sigue llorando y quejándose. La mayoría de las veces encontramos un término medio, cediendo las dos un poco. Ni lo que yo quiero, ni lo que ella quiere. Otras veces, tiene que ser lo que yo quiero (por la carretera tiene que darme la mano, en el supermercado no compramos juguetes o es hora de ir a casa o a dormir) y eso supone que quizás acabamos teniendo que cogerla en brazos contra su voluntad. Pero así es como es. Y no me quejo, porque en realidad podría ser mucho peor. 

Por supuesto la gente dirá que tenemos suerte, y quizás sea cierto. Pero yo prefiero pensar que también está influído por nuestro modelo de crianza y por como hemos decidido hacer las cosas. Con respeto, con entendimiento, con cariño, con límites pero con amor y empatía por encima de todo.

martes, 11 de julio de 2017

¿Quién es mi hija?



Mi hija, como todas las hijas a los ojos de sus madres, es simplemente maravillosa. 

Enamorada de la arena y los toboganes, de camiones de bomberos, tractores y excavadoras. Fan de cocodrilos y dinosaurios, de jugar a los monstruos y al escondite. 

Constructora de torres y garajes de LEGO, cocinera experta y catadora de helados (de plastilina). 

Cantautora impredecible y pianista en ciernes, aunque también le gustan la guitarra y la pandereta.

Parlanchina en castellano, y cada día más en danés (un poco a mi pesar). 

Escaladora de montañas de cojines y medalla de oro en gimnasia modalidad colchón de mamá. 

Ciclista amateur. Nadadora con spaguetti en la piscina. Futbolista de pasillos. Funambulista de bancos y medios muros.

Exploradora de bichos, ranas, lagartos, caracoles, gusanos y cualquier cosa que se mueva. Coleccionista de piedras. 
Pintora ocasional (menos de lo que le gustaría) en cartulina de colores. Dibujante de peces y fiestas de cumpleaños. 

Amiga de sus amigos pero sobretodo de sí misma. Humorista precoz. Apasionada de los hotdogs, los pancakes de plátano con miel y el zumo que mamá no le deja beber. 

Niña de mamá (para orgullo de una servidora) en el mejor de los sentidos. Cariñosa cuando le apetece y rotunda cuando no.

Divertida, amable, risueña, creativa, inteligente, aventurera, empática, valiente, atenta, testaruda, decidida, incansable, payasa, cuidadosa, independiente, vivaz. Mi niña linda. Tantos adjetivos y siempre me quedo corta.

martes, 18 de abril de 2017

Canción, mama

Todos los días, a la hora de ir a la cama: "Canción, mama". Tomamos la leche (ya sin biberón, en vaso), lavamos los dientes, leemos un libro y a la cama con una canción que al final siempre son dos (más una de papa).

Los trocitos que conoce, los canta conmigo. Y los que no, me mira embelesada como si una fuera Mariah Carey. Ay ese amor incondicional de hija, ¡que no desaparezca nunca!

Ayer estuvimos en el acuario, y hay un estanque en el que los peques pueden meter las manos y tocar los peces (carpas mayormente, alguna anguila). Y a mi hija, que le chifla el agua, le faltó tiempo para empaparse las mangas. Una vez tocó un par de peces, ya no había quién la sacara de ahí. ¿Miedo? ¿Asco? ¿Qué es eso?

Tal fue la diversión, que esta mañana me recordaba "¡N jugando blablabla peces!". Es increíble la cantidad de vocabulario que tiene la enana, a ni tan siquiera dos años de edad. Conoce tantas palabras, que hay un montón que ni papuchi ni yo reconocemos ;)

No me puedo creer que quede tan poco para su cumpleaños. Esta vez prepararemos una fiesta sencilla pero completa. Hemos encargado un pastel, y habrá globos y guirnaldas y música y regalos. ¡Qué ganas de verle la cara, con lo que le entusiasman las fiestas y las canciones de cumpleaños!
Sí, podría hacerle yo el pastel, pero no sería lo mismo. Mamá y los pasteles no son un gran combo. El año que viene, ¡empezaremos la tradición de hacerlo juntas! (así si sale un "churro", será porque la peque está ayudando ;) ).

Apenas encuentro tiempo para escribir, y cuando lo hago no recuerdo la mitad de cosas que quería inmortalizar. Adoro ser madre. Es lo mejor del mundo, y nunca me cansaré de decirlo. Mi hija es amor, da besitos (cuando quiere, que no es muy a menudo, pero eso sólo hace sus besos más especiales), me abraza constantemente, me pide que leamos juntas, que juguemos juntas, me prepara la comida (de plástico), si se va de la habitación me avisa "ahora vengo mama". Cada vez que baila me roba el corazón y si ve que me hago daño, me acaricia y dice "no pasa nada, mama". Es alegre y payasa como papa y mama y a veces tiene mucha paciencia con los dos. Hemos empezado con una cuidadora nueva y la adaptación fue increíble (de un día para otro ya pasaba allí la jornada entera). Luego en vacaciones le tocó estar con otra persona y aunque se notaba que no le entusiasmaba, entendía que teníamos que ir a trabajar. Esta semana, su cuidadora está ingresada así que se queda con OTRA persona diferente y hoy aunque se ha quedado un poco extraña al llegar, cuando la he recogido estaba más contenta que unas pascuas. Todo el que se queda con ella coincide en que es una delicia tenerla allí. Una niña espavilada, graciosa y fácil. Come bien, duerme bien, se porta bien.

Que sí, que en gran parte seguro que es "amor de madre". ¡Pero está claro que algo estamos haciendo bien!






 

lunes, 13 de marzo de 2017

Mañana

- MiniN, por favor, recoge los LEGO si has acabado de jugar.

- No mama, mañana. 

Mañana. Como cuando mama le dice que hoy ya no hay tiempo de leer más libros, que seguimos mañana. Como cuando hoy no tenemos kiwis, pero mañana compramos.

Qué rápido aprenden los peques, sin que los mayores nos demos cuenta.

A estas alturas ya no es un secreto que mi hija me enamora. Pero es que cada día un poco más. Ahora le da por cantar, y me derrito y me meo de la risa a la vez. "Estrellita dónde estás" es un clásico. Obviamente no conoce toda la letra entera, pero casi (lo cual me parece increíble). A veces en lugar de estrellita canta "Papa, papa, dónde estás", para deleite de su padre.

La otra noche estaba ella cocinando (¡desde que le compramos la cocina de juguete ya casi no ve la tele!) e iba susurrando "la vaca lola, la vaca lola... tiene cabesa y tiene cola...". ¿Cómo hemos pasado de que sólo cantara el Iaaa Iaaa Ooooh de la granja de mi tío, a que cante versos enteros? NO LO SÉ.

Ayer pasamos un buen rato jugando debajo del edredón en mi cama y me tenía tan encandilada que le dije de repente "Te quiero, miniN". A lo que miniN respondió cantando sin parar "Te quieeeroo mamaaaa, te quieeeroooo mamaaa". Sin parar. Con melodías y entonaciones varias. Si no lo dijo doce veces no lo dijo ninguna. Y sí, soy consciente de que no sabe lo que significa, pero sabe que me hace feliz y que cada noche se lo digo. Hace unos días la tenía en brazos y me contestó susurrando muy bajito y medio adormilada "te quiero mama" y se me saltaron las lágrimas. El día que me lo diga de corazón me va a dar un ataque. Aunque sinceramente me lo hace saber de mil maneras, todos los días.

Me da mucha pena que mi castellano se esté deteriorando tanto, porque realmente siento que no encuentro palabras para describir cómo es nuestro día a día. Es mágico. Es indescriptible. Es alucinante como una niña de veintidós meses puede tener tantísima personalidad. Tanto carácter.  Es increíble pensar que esa personita es mitad yo y mitad papuchi, y a la vez única e irrepetible. ¿Cómo nos ha salido tan bien? ¿Cómo lo estamos haciendo tan bien (aparentemente)? ¿Es esto la calma que precede a la tormenta que son los terribles-dos-años?


lunes, 6 de marzo de 2017

Decisiones imposibles

Guardería o no guardería, he aquí la cuestión.

Hace unas semanas tenía muy claro que quería aprovechar la mudanza para que el troll empezara en guardería sí o sí. Vimos una guardería y nos enamoró. Luego supimos que añadía mucho tiempo a nuestro trayecto al trabajo y fuimos a por otra. Visité la guardería-granja (con muchísimas ganas y convencida de antemano de que iba a apuntar a la peque allí) y me decepcionó. Y hoy fuimos a ver otra guardería, la única en el pueblo donde vamos a vivir.

Yo salí de allí bastante convencida de que me gustaba. De hecho le dije al hombre que nos la enseñó - sin siquiera preguntar a papuchi primero - que casi seguro que el 1 de mayo estábamos allí (craso error). Luego descubrí que papa no lo tenía tan claro.

De la guardería fuimos a visitar a la cuidadora que nos ha asignado el ayuntamiento. Mi idea era que no me iba a gustar y que el troll tenía que empezar en la guardería y punto, pero al final nos hemos acabado decidiendo por dejarla con esta señora. Explico resumidamente el por qué:

- Una de las razones principales por la que quería al troll en guardería era para que se relacionara con más niños. En la situación actual siempre está con los mismos cuatro peques (muy familiar, pero no ideal para desarrollar sus abilidades sociales). Con está señora, salen cada día al parque y a menudo se encuentran allí con otros grupos. Además, un día a la semana salen a otro lugar a hacer actividades y entonces son un grupo de 10-12 criaturas.

- El apoyo al desarrollo del lenguaje era otra de mis prioridades. Esta señora acaba de salir de un curso de un mes, específicamente para esto. Nos ha estado explicando las técnicas que utiliza y nos ha convencido. Un punto súper importante aquí es el detalle de que no corrije a los niños. Me explico: si mi hija dice "¡mira! ¡un -ballo!", la señora no responderá "se dice CA-BA-LLO" sinó que optará por un "¡oh sí! ¡qué caballo más bonito!". De esta manera, mi hija oirá la palabra correcta sin la sensación de que ha hecho algo mal (porque en realidad no ha hecho nada mal, está aprendiendo). Me parece muy acertado.

- No es amiga del iPad.

- Prioriza muchísimo que los niños salgan cada día un buen rato (haga frío o calor), que caminen y que se paren a mirar lo que hay a su alrededor. Si tiene que salir 20 minutos antes para llegar al parque a la hora acordada con las demás, lo hace. Nada de meter a los niños en el carro y llevarlos como espectadores, tienen que experimentar con sus alrededores.

- Me ha encantado su manera de gestionar los sentimientos de los niños. El hecho de que no se debe anular ningún sentimiento sinó que se debe ayudar al pequeño a reconocer lo que siente y por qué, para luego guiarle en el proceso de lidiar con sus emociones. Nunca se dice "no te enfades" o "no llores". Y esto específicamente, que es con lo que se me ha ganado, no creo que sea posible en una guardería.

Además de todo esto, en una guardería hay muchos niños, sobretodo porque es una institución integrada con niños de 1 a 6 años (obviamente con áreas separadas, pero todo dentro del mismo complejo). Pensamos que para nuestra peque, el cambio iba a ser demasiado sobrecogedor. De esta manera, con una cuidadora que se reune con otras, la peque estará expuesta a muchos niños prácticamente a diario, pero no estará immersa en el caos ruidoso de una guardería.

Es una decisión difícil, casi imposible, pero pensamos que es la correcta. O la que mejor se ajusta a lo que queremos. Ya que no podemos tener a la peque en casa todo el día, lo mejor es que esté con alguien que comparte nuestra filosofía y hace las cosas de la manera en que nosotros queremos. En la guardería quién sabé qué pedagogo va a pasar más tiempo con ella y cómo esta persona va a educar a nuestra hija. O aún peor, quién sabe si mi hija iba a sentirse abandonada, ignorada, olvidada, simplemente porque hay otros niños más quejicas, más llorones, más "necesitados".

Ahora mismo, guardería sería un cambio demasiado radical. De estar en família a empezar en una clase llena de niños donde no siempre va a tener garantizado el apoyo que pueda necesitar.

Con esto no quiero decir que una cuidadora sea siempre mejor opción que una guardería. Otra cuidadora no me habría convencido. Otra guardería me habría ganado mejor. Pero después de muchísimo pensar y discutir, vamos a hacerlo así. Vamos a por el término medio.

lunes, 20 de febrero de 2017

Otra mudanza más

Nos mudamos de nuevo. De entre todo los cambios que eso implica, el más importante es encontrar una buena guardería para el troll.

Hace diez días visitamos una guardería en la ciudad y nos enamoró. La pedagoga de nuestra clase era un amor, y los niños tenían varias salas entre las que se podían ir moviendo además de un parque de juegos enorme en el exterior. Cuando llegó la hora de irnos, la peque se quería quedar. Por desgracia es un detour importante, añade más de 20 minutos a mi trayecto normal al trabajo, así que hemos estado mirando otras posibilidades.


El pasado viernes estaba convencida de que había encontrado la guardería perfecta. A sólo 2.5km del apartamento donde vamos a vivir, y en medio del campo. Una especie de granja donde los peques participan en el cuidado de caballos, cerdos, conejos y gallinas. Donde se ensucian y gritan y están fuera cada día haga frío o calor. Llamé por teléfono y nos reservaron una plaza (es privada y hay sitio, así que no hay que hacer ningún trámite con la municipalidad). La directora fue muy amable y parecía muy entusiasmada (aunque no tanto como yo, que literalmente quería dar botes de alegría). Dijo que nos veríamos el lunes.

Hoy lunes, fui por allí después del trabajo. Por desgracia, al trabajar lejos de casa, papuchi no pudo acompañarme. Llegué allí y la mujer con la que hablé el viernes no estaba, con lo cual su marido me dió el tour. Tengo que reconocer que fue un poco decepcionante. No sé explicar muy bien por qué. En parte, supongo, porque iba con unas expectativas muy altas. El diluvio y el terreno lleno de barro y de charcos tampoco ayudó, seguramente. Pero sobretodo ha sido una cuestión de espacio, que no hay demasiado. O mejor dicho, no tanto como en la guardería que habíamos visto anteriormente. La guardería está montada en el interior de una casa, más bien antigua, y se nota. Aunque tampoco quiero dar la impresión de que era una cueva o se caía a pedazos. Los peques allí se veían contentos. Los pedagogos en su mayoría parecían amables (excepto por una mujer en cuestión que en mi opinión llevaba demasiado maquillaje y muy mal puesto, lo cual daba una imagen un poco extraña). Pero... no me ha convencido. Y el señor que me ha dado el tour tampoco se me ha sabido ganar. Ha faltado profesionalidad. La cabeza de venado (o creo que era un venado, porque no he mirado mucho) y el faisán (?) disecado o las calaveras (de algún animal pequeño con cuernos) decorativas no han ayudado (esto estaba en el edificio de los más mayores, de 3 a 6 años). Qué puedo decir, no me gustan los cazadores. Alguien para quien el asesinato de una criatura inocente es considerado un deporte no es de fiar. Y soy bióloga, y entiendo que a veces las poblaciones tienen que ser controladas, pero no me cabe en la cabeza que haya quien pueda disfrutar semejante acto de crueldad. Pero bueno, me voy por las ramas.

La conclusión es que hemos vuelto a la casilla de salida. Y la guardería número 1 tampoco es una opción porque la señora de la municipalidad nos retiró la plaza (al decirle papuchi que quizás íbamos a considerar algo más cerca de donde vivimos). Aunque eso es otra discusión que prefiero no iniciar...

Muy a mi pesar, esto implicará que en lugar de ir a guardería, el troll volverá a estar con una cuidadora hasta que salga una plaza en el jardín de infancia. La idea no me entusiasma porque pienso que la peque necesita más retos, un ambiente más enriquecedor, con más niños (preferiblemente de su edad o mayores) y más adultos. A no ser que mamuchi encuentra una alternativa (seguimos a la caza).

Y mientras, mi hija sigue creciendo a un ritmo acelerado y mamuchi sigue en una nube todo el tiempo. Se me sigue cayendo la baba como hace meses, sigo quedándome boquiabierta con sus ocurrencias y sus ideas y no me duele pasar casi todo mi tiempo libre con ella (me está costando mucho muchísimo escribir, se nota que he perdido la práctica de esto del blogging en castellano). Sus frases cada dia son más largas (ya usa tres y cuatro palabras seguidas con normalidad) y su vocabulario es impresionante. Atrás quedaron los días en que podía hacer una lista de las palabras que iba aprendiendo, es una barbaridad. Aún no da besos (los manda al aire) pero abraza con asiduidad y hace carantoñas y cosquillas y cariños. La adoro. Y adoro ser su madre.

Luego veo blogs en los que mamás modernas periodistas escriben que se arrepienten de haber tenido hijos y me dan ganas de partirles la cara. No porque se arrepientan (que todo el mundo tiene derecho a pensar lo que quiera) sino por hacerlo público de esa manera. ¿Qué pensarán sus hijos cuando lo lean? Mamá haciéndose famosa diciendo que sus hijos le arruinaron la vida, y la gente aplaudiendo su honestidad cuando lo que uno está buscando es su minuto de gloria. Yo soy una gran defensora de una maternidad más honesta, de crear expectativas reales en las futuras mamás, de no pintarlo todo de color de rosa (que parece que yo lo esté haciendo, pero es que mi vida ahora mismo es bastante de color de rosa - y que dure). Pero de ahí a hacer público en internet (que sabemos que esto luego queda ahí para siempre) que tus hijos te han arruinado la vida hay un abismo. A mí no me cabe en la cabeza. Pero claro, supongo que es fácil de decir desde mi situación privilegiada de mamá enamorada hasta la médula. 

En fín, que la gente a veces tiene cero empatía y punto.



lunes, 2 de enero de 2017

Solidaridad

Hace unas semanas, mientras jugaba en el suelo con el ya-no-tan-pequeño troll, me di un ligero golpe en la cabeza contra la mesa del comedor.

- ¡Ouch! 

(la peque se gira a mirarme)

- Mami se ha dado un golpe en la cabeza.

- ¡Beza! ¡Au!

Seguidamente, el troll se levanta del suelo, se acerca a su mesa, se agacha, y tal cual (para mi sorpresa) se da un cabezazo voluntario contra su mesa. 

- ¡Au!¡Cabeza! 

Parte de mí quería partirse de la risa, pero mi hija venía caminando a mis brazos después del cabezazo solidario y tuve que mantener la compostura. 

¡Qué cosas se les ocurren a estos críos! Parece que queda bastante claro que alguien quiere ser como mamá (y mamá encantada).