jueves, 26 de mayo de 2016

Noche de perros

Efectos secundarios de la vacuna del martes
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Mocos
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Primera muela en camino
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Noche horripilante


Anoche se alinearon todos los planetas habidos y por haber, y el pequeño troll se despertó cada hora al menos una vez. Yo he dormido fatal, pero mi pobre niña, peor. Ni un analgésico ni la pomada para dentición ayudaron. Intenté llevármela a mi cama pero fue aún peor. No, a mi hija no le va eso de dormir acurrucada con mami. Ni sin acurrucar.

Y esta mañana, fiebre. 39 grados. Y si hay fiebre, tengo que quedármela en casa. Aunque ella esté de buen humor, aunque coma con normalidad, aunque juegue y se divierta. Aunque no sea contagioso. Da igual. 

La verdad es que en realidad ha sido buena idea que nos quedáramos en casa, porque la fiebre ha subido un poco después de la primera siesta y la peque ha estado quejosa y con pucheros. Aún así ha costado sudor y lágrimas ponerla a dormir su segunda siesta y ahora - y sólo ahora - parece que ha caído.

Pero no se la puede culpar, porque en realidad es un sol. Algun llanto aquí y allá con más o menos sentido, en general producto del cansancio y el dolor de encías y la fiebre que va y viene. Pero de resto, si está medianamente distraída, uno casi ni se da cuenta de que está enfermita.

Batidos, baños, fruta y mucho líquido. Y mimos. Y risas. Las risas lo curan todo.

Pensándolo bien creo que mamuchi se va a echar a la cama también, aunque por desgracia hay una lavadora puesta y en media hora la máquina del demonio empezará a pitar descontroladamente, avisando de que ha acabado. Pero me voy a estirar igualmente.

sábado, 21 de mayo de 2016

No hacen falta palabras

En mi opinión, uno de los aspectos más duros de los inicios de la maternidad es la falta de reciprocidad del bebé. Mamás y papás derramando sudor y lágrimas, derrochando amor y cariño por cada poro de la piel, y el bebé no hace más que llorar, dormir, comer, mirarnos seriamente y, si tenemos suerte, esbozar una sonrisa involuntaria (a menudo en respuesta a un pedo o una caca). El bebé nos necesita para absolutamente todo, pero ¿nos quiere?

A día de hoy, esa época nos queda (por suerte) muy atrás y ya hace mucho tiempo que mamuchi disfruta de ser mamá al 200%. Y es que si una se fija en las pequeñas cosas, es fácil ver que ya no sólo hay necesidad, sino que también hay amor. Yo se que mi peque me quiere adora cuando:

  • La voy a despertar por la mañana y al abrir los ojos y verme allí se le dibuja una sonrisa enorme en la cara. 
  • Me busca para jugar. Ella puede jugar sola y se entretiene con casi cualquier cosa, pero con mamuchi todo es mejor. 
  •  Me llama y me hace señales para que la coja en brazos cuando me ve llegar a recogerla. 
  • Se calma en mis brazos cuando se encuentra mal, tiene sueño o está cansada. 
  • Viene a donde yo estoy y me abraza, porque sí.
  • Intenta imitar las cosas que digo o hago.
  • Ríe descontroladamente cada vez que le hago cosquillas.
Y mi favorita:
  • Si estamos comiendo juntas y le cojo algo de su plato, a menudo se saca la comida de la boca con la mano y me la ofrece (y si me acerco intenta ponérmela en la boca). Asqueroso, lo sé, pero ¡muero de amor!

Cada vez que me mira y sonríe, cada vez que me llama, cada vez que me tiende la mano. Incluso cuando está enfadada y gritando y aún así deja que la rodee con mis brazos. Cada vez que pide sentarse a mi lado.

Cada día, muchas veces.

No dejeís de disfrutar todas estas cosas.




miércoles, 11 de mayo de 2016

Mi bebé ya no es un bebé (parte 1)

¿Cuándo deja un bebé de ser un bebé? En inglés, tienen la palabra toddler para los peques de uno a tres años. El diccionario al español lo traduce como bebé mayor. Con perdón, pero menuda mierda de traducción. 

Mi bebé ya no es un bebé. Tuvo su primer cumpleaños el día 5. Su primer pastel (de plátano, sin azúcar añadido pero cubierto de nata montada y con arándanos). Su primera fiesta (si no contamos su bautizo, que más que fiesta para ella fue para todos los demás). Un montón de regalos, entre ellos una piscina de bolas, un tobogán, un triciclo-moto (con remolque), un set de percusión (¡malditos!) y un montón de libros. Vino hasta la superabuela (mi mamá).

Fue un día fantástico.

Pero ahora mi bebé ya no es un bebé. 

Mi peque ya sólo toma un biberón antes de acostarse (y en los momentos en que está demasiado cansada para sólidos). 

Mi peque está empezando a tener momentos. Momentos que la gente llama "rabietas" o "pataletas", pero a mí esas palabras no me gustan. Dan a entender que hay premeditación y alevosía y no es así, al menos no de momento. Ayer tuvimos la primera situación clara:

El troll quería andar. De las manos. Dimos vueltas y vueltas de habitación en habitación. Si intentaba sentarla o enseñarle algo, gritaba (a todo pulmón). Llegó el punto en que gritaba y lloraba desconsoladamente, incluso cuando le tenía caminando. Caminamos, y gritos. Nos sentamos, y gritos. Gritos como si la estuvieran matando.

Era obvio y estaba muy claro que la peque había perdido totalmente el control y durante un rato la cordura. Estaba fuera de sí. Al final resultó que lo que tenía era hambre (combinada con cansancio general) y un biberón fue lo único que la devolvió al reino de los cuerdos. 

Luego ya era mi niña dulce y risueña otra vez.

No fue una pataleta ni un berrinche. No se estaba quejando, ni reclamando ni pidiendo atención. No estaba intentando conseguir nada. Simplemente tenía hambre y no la estábamos entendiendo. Estaba triste, estaba cansada, estaba desconsolada, estaba asustada, estaba confundida (¿qué me está pasando?). Estaba experimentando un montón de sensaciones y sentimientos que no tiene las herramientas para manejar. Sensaciones y sentimientos que no entiende.

Y esto sólo va a ir a más. A medida que se desarrolle emocionalmente, experimentará más y más cosas que de entrada no tendrá la capacidad de entender o asumir. Y lo único que podemos hacer nosotros es estar ahí. Estar ahí y decirle que todo está bien. Intentar adivinar el desencadenante para ver si se puede mitigar el momento. Abrazarla y dejar que el proceso siga su curso. 

¿Es fácil? No. Pero ¿cual es la alternativa? Si la distraemos con otras cosas para que pare de llorar, eso solucionará el momento actual, pero no la ayudará a asimilar la situación. No habrá ninguna evolución y estaremos atrapados intentando distraerla siempre.

Que un niño pare de llorar no implica necesariamente que esté bien y que no le pase nada. Sólo ha dejado de exteriorizarlo. El llanto no siempre es malo. Sí, a las mamás nos rompe el corazón. Sí, en nuetra sociedad se hace todo lo posible por minimizar el llanto. Sí, el llanto de un bebé siempre debería ser atendido tan pronto como sea posible.
Pero cuando los bebés ya no son bebés, a veces el llanto es necesario. A veces necesitan desahogarse. Aunque nos duela el alma (y los oídos). Debemos ser su apoyo y no sus verdugos.

Si a mí a mis veintitantos, mis propios sentimientos me superan a veces. Si yo hay días en que no puedo controlarlo y me saltan las lágrimas. ¿Cómo podemos pretender que una personita de un año o dos sepa guardar la compostura?

miércoles, 4 de mayo de 2016

(casi) un año

Tengo que escribir más, tengo que escribir más, tengo que escribir más...

Llevo mucho tiempo queriéndome pasar por aquí y no ha habido manera humana. Como celebración del primer año desde el final de mi embarazo, mi cuerpo (ayudado por un maldito virus estomacal) decidió volver a las náuseas, los vómitos, el dolor muscular y la falta de energia general tan característicos de la gestación. Pero hoy ya está más o menos superado.

Y mañana se cumple un año (de hecho, hace un año yo ya llevaba unas cuantas horas en el hospital, de parto). Un año desde las peores horas de mi vida. Un año desde que nos convertimos en papuchi y mamuchi. Un año de vida del pequeño troll fuera del vientre.

Hoy puedo decir cosas que hace un año no podía. Puedo decir que sé lo que es el miedo, el cansancio, y el dolor. Que palabras como "felicidad", "satisfacción", "orgullo" han cobrado nuevos significados. Puedo decir que mi vida está un poco más completa. Que tiene más sentido. Que tengo un propósito muy claro.

Hoy sé que no hay nada en el mundo como un abrazo de mi hija. O su risa. O esa expresión mitad sorpresa y mitad felicidad absoluta cada vez que descubre algo nuevo. O ese gesto de alargar el brazo y abrir y cerrar el puño que dice "mamá, ven y ayúdame". 

En algún momento de este último año descubrí que ser madre es lo mejor que he hecho en la vida. Que es pura magia. Que me llena el alma. Que no puede explicarse, que hay que vivirlo. Que los sacrificios y los cambios merecen la pena. Que con mi hija me ha tocado la lotería.

Cuesta de creer que tantas cosas hayan pasado en sólo un año. La semana pasada la peque dió sus primeros pasos sola, primero hacia mí, luego hacia papi. Un dia tres pasos, otro dia cuatro, otro dia cinco. Ayer consiguió beber sola de un vaso normal (sin adaptaciones para bebés) derramando solo un poquito de agua (aunque esto va a días y a veces aún sigue alzando el vaso al aire y duchándose en el proceso). Intenta más y más comer sola con cuchara y tenedor, aunque el movimiento con la cuchara aún se le resiste y le da la vuelta antes de meterla en la boca. Cada día tiene más variedad de sonidos y sílabas y las usa constantemente. Le encanta el jardín, y los animales, y comer de nuestro plato. Adora sus LEGO y en general todo lo que tenga partes que se puedan poner y quitar. Le fascinan los libros, y sigue pidiendo que nos estiremos en el puff a mirarlos juntas.

Entiendo que esto de la maternidad no es para todo el mundo. Entiendo que tienes que sentir la llamada (aunque yo no siempre la sentí). Entiendo que es un salto mortal al abismo de lo desconocido y que no hay vuelta atrás. Entiendo que depende de la suerte que uno tenga con el bebé resultante. Entiendo que si tu vida te llena completamente, no la quieras cambiar.

Yo era feliz antes de la peque. No nos convertimos en papás porque nos faltara nada o porque estuviéramos insatisfechos. Pero llegó el momento en que oímos la llamada.

Y por suerte, respondimos.