martes, 13 de diciembre de 2016

¡No!

Hoy la peque tenía el día torcido, con lo cual hemos podido entrever lo que se avecina cuando cumpla los dos años. Tengo que admitir que no me hace ninguna gracia, pero supongo que por algo en inglés los llaman terrible twos (los terribles dos).

¡Mira mama! ¡Úces!

¡Oh sí! ¡Ya veo! ¡Luces!

 ¡No!

¿No? ¿No son luces?

¡No! ¡Mira mama, más úces!

Y así con todo.

¿Quieres una mandarina?

¡No! 5 segundos más tarde: ¡Mama! ¡rina! (mandarina)

¡Pero si me has dicho que no querías! ¿Te pelo una mandarina?

¡No! 
Inmediatamente después: ¡Mama! ¡rina! 

Y le pelo la mandarina (o se la empiezo a pelar y luego la acaba de pelar ella sola), y se la come. 

Y no solo es conmigo, es con el mundo. En gimnasia hoy le decía que no a todos los niños. Si iban a jugar al mismo sitio que ella, ¡No!, si jugaban con juguetes parecidos a los suyos, ¡No!, si alguien se acercaba demasiado a ella, ¡No!

Es agotador. Igual que las guerras por la mañana para vestirla. Igual que el hecho de que ahora no quiere que se le cambie el pañal y la mitad de las veces hay que hacerlo con ella estando de pie. 

Está empezando a poner a prueba nuestra paciencia, que cabe decir que es bastante abundante. No estamos acostumbrados y no sé cómo vamos a sobrellevar las situaciones cuando se pongan peor. Los meltdown emocionales los llevo mejor, sinceramente. Esta actitud totalmente desafiante en la que todo tiene que ser simplemente lo contrario de lo que se le dice va a dar trabajo.

Pero ahí estaremos, al pie del cañón. Armados con amor y cariño por todos los costados.
Espero.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Palabra a palabra

No dejo de maravillarme con la capacidad de aprendizaje de alquien que hace apenas 19 meses estaba aún dentro de mí.

La peque ya ha empezado a encadenar palabras con asiduidad. Normalmente dos, a veces tres. En danés y en castellano.

Su combinación favorita por ahora sigue siendo "¡mí loqueseaquequiere!". Mí estrella, mí perro, mí zapato. Mío, mío, mío (como las gaviotas de buscando a Nemo).

Otro clásico es "adiós, loqueseaqueyanoquiere". ¡Adiós poyo (Pocoyo)!, ¡Adiós rana!, ¡Adiós papa! (esto último cuando nos vamos de paseo y él se queda en casa).

Pero también dice agua fría o otto (otro) gato. Más + cualquier otra cosa. Uno más, otto más, baby duerme... la verdad es que dice muchas cosas.  Y en ocasiones le faltan las palabras pero cuando papuchi o yo rellenamos los huecos, enseguida repite frases cortas (más o menos enteras).

Es alucinante. 

La señora niñera nos dice que está muy avanzada para su edad, pero la verdad es que no me sorprende. Mamuchi hablaba por los codos, siempre, desde bien pequeña. Los paseos se volvían interminables conversaciones llenas de ¿Y por qué?. Cada trimestre traía sus notas a casa con comentarios que decían que hablaba mucho. Y supongo que algo debo haberle pasado en los genes. 

También es cierto que se dice que las niñas desarrollan el habla antes que los niños, así que todo depende de con quién se compare. 

En cualquier caso, aquí mamuchi cruza los dedos para que nunca se le quiten estas ganas locas de hablar castellano. Por su bien, y por el mío. 

jueves, 1 de diciembre de 2016

Fases

¡Señoras y señores!
 
Estrenamos la temporada navideña con mamuchi enferma desde hace más de una semana y el pequeño troll en lo que espero sea una fase temporal.

Yo entiendo que la peque está desarrollando su independencia y su sentido del ser. Que desafiarnos es parte de ese desarrollo y que querer salirse con la suya siempre es lo más natural del mundo a estas edades. Pero papa y yo llevamos tiempo caminando sobre una delgada línea que separa el establecer límites que la peque tiene que respetar y el conseguir que nuestra vida funcione con la mínima cantidad de drama y caos. Y es que es muy difícil no ceder a sus demandas cuando tienes una hora para arreglarte, arreglarla, desayunar, darle el desayuno y salir hacia el trabajo.

Sus exigencias principales son dos:

1. Ver la tele. Y no cualquier cosa, no. Tiene un repertorio de vocabulario con el que identifica todos los vídeos que más le gustan. Ástin es Justin Timberlake. Fante  es el Paradise de Coldplay, atón es el Susanita tiene un ratón, cuquín son los videos educativos de la Família Telerín (los videos musicales los pide como telín), poyo es Pocoyó, eón es el Rey León... Y así un largo etcétera. Normalmente consigo decirle "sólo uno más" y entonces sabe que es el último. Aunque al acabar siempre me mira y dice sonriente "¡uno más!" o "¡otto más!".

El problema es cuando el punto número 1 se combina con el punto número 2.

2. No ir a casa de su niñera. Llevamos una semana un poco dura. Primero, hay que obligarla a salir de casa por la mañana. Segundo, al llegar allí no quiere que me vaya y se agarra a mí y llora y me llama (y a mí se me parte el corazón cada vez). El martes empezó que no quería dejar el chupete o el doudou (su conejo-manta inseparable). La señora niñera pensó que tenía un mal día y lo dejó pasar. Pero el miércoles se repitió la misma historia y la señora niñera esta vez no pasó por el aro y le quitó las dos cosas (con el subsecuente drama de llantos y gritos). Y esta mañana me ha pedido a mí que se los quitara antes de irme, y así lo he hecho. 

Tengo pensado hablar con la señora niñera con calma cuando recoja hoy al troll. Preguntar si ha pasado cualquier cosa que pueda haber provocado esta reacción (cualquier "tontería" como que un niño le quitara un juguete o la empujara al suelo). Pero estoy bastante segura de que la respuesta va a ser que no, que es una fase que hay que sobrevivir y que tal y como ha llegado, pasará. 

Así que sólo queda abrocharse los cinturones, ponerse el chubasquero y aguantar la tormenta. 

Y dicho así parece todo muy dramático y en realidad la peque sigue siendo la misma ricura de niña el 80% del tiempo. Incluso más a veces. Tiene momentos en los que se sube al sofá y se acurruca entre mis piernas y me derrito de amor. Y esa sonrisa, y sus gañotas bobas. La adoro y eso no cambia nunca, no importa cuán difícil se ponga. Pero por las mañanas, cuando está una enferma y ha dormido poco y se rebela la progenie... ¡Santa paciencia!

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Santa Claus no hará parada en nuestra casa

Ya llega la Navidad. Bueno no, pero yo odio noviembre y la única manera de sobrevivir a la oscuridad eterna escandinava es pensar que la Navidad ya está a la vuelta de la esquina.

En fín, que aquí ya estamos haciendo listas y mirando regalos para la peque, pero no los traerá Santa Claus. Ni los Reyes Magos. Los traeran papa y mama y los abuelos y los tíos.

Aún no he tenido esta conversación con mi familia pero puedo claramente imaginar cual va a ser la reacción general:

¿Ay, pero por qué le vas a negar esa ilusión tan grande a la niña? Tú es que ya no te acuerdas de lo contenta que te ponías tú cuando venían los Reyes Magos.

¿Qué ilusión? ¿La de pensar que unos extraños van a meterse en su casa mientras duerme y dejarle juguetes porque ha sido una niña buena?

 Me niego.

En casa tenemos una política muy estricta de CERO MENTIRAS. Ni mentiras, ni secretos, ni chantajes.

Nada de esto queda entre tú y yo y será nuestro secreto.

Nada de tenemos que volver a casa a comer pero mañana venimos al parque otra vez, si no es verdad.
Si hacemos promesas las cumplimos, y no esperamos a que se olvide o la distraemos con otra cosa.


Parece una obviedad, pero para mucha gente no lo es. A veces pienso que lo "normal" es tratar a los niños como si fuesen tontos, con condescendencia, con trucos y engaños. ¿Por qué?
¿Por qué decirle a un niño que la tele está rota y no funciona? Si aprende a encenderla o la ve funcionando más tarde, va a saber que le hemos engañado. ¿Por qué no decirle que a mama no le gusta que vea la tele tanto rato y que si le gustaría ir a hacer un puzzle juntas? Os garantizo que 9 de cada 10 veces, la peque preferirá ir a jugar con mamá. Y ese 1 de cada 10 son momentos en los que está muy cansada o no se encuentra bien, y entonces mamá cede y le deja ver un episodio más de Pocoyo.

Es tan fácil como tratar a nuestros hijos con el mismo respeto con el que trataríamos a una persona adulta. Porque también son personas. 

Por eso, porque respeto a mi hija y porque no quiero que llegue el día en que se de cuenta de que mama y papa le han estado mintiendo durante años, nuestros regalos no los va a dejar Santa Claus. Ni los Reyes Magos.

Nuestros regalos van a venir de nuestras familias, de nuestros amigos. Van a ser un símbolo de que hay gente que nos quiere y vamos a celebrar que es Navidad (el tema del nacimiento del niño Jesús y la religión en general da para otra publicación independiente) y que... mmmhh... aún no sé qué vamos a celebrar el 6 de enero. Que estamos juntos, en nuestra segunda casa. Que hace miles de años, tres señores supuestamente siguieron a una estrella y le llevaron regalos al niño Jesús (sí, ese mismo cuyo nacimiento celebramos hace apenas dos semanas, ¿recuerdas?). 

Reconozco que aún no tengo todos los detalles. Pero sí se que no voy a decirle que los regalos han venido en camellos mágicos desde Oriente, ni en renos voladores desde el Polo.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Las pequeñas cosas

Ayer fuí a recoger al pequeño troll y la encontré (de nuevo) sentada contemplando a los cachorros perrunos nacidos hace unas pocas semanas en casa de su cuidadora. Por lo visto pasa mucho rato simplemente mirándolos, y cuando los toca lo hace con una delicadeza inusual (mi hija es un poco salvaje muchas veces, pero nunca con los miniperros).

El caso es que no me oyó llegar y no se percató de mi presencia hasta que, estando detrás de ella, le dije "¡Hooolaa!". Y en ese momento se giró y su expresión cambió de asombro a felicidad absoluta en cuestión de milisegundos. Se puso en pie, me señaló con un dedo, miró a su niñera y exclamó:

- MIN mama! MIN!! MIN mama!! (¡MI mama! ¡MÍA! ¡MI mama!)

Todo esto con una sonrisa de oreja a oreja.

A lo que su cuidadora le respondió "Sí, es TU mama".

Mi hija se me acercó, me agarró la mano y dijo "casa", arrastrándome hacia la puerta.


Me encanta que sea feliz en casa de su niñera, que sé que lo es. Me encanta que sea como una segunda família, donde el troll está cómoda y contenta con todos.

Pero me encanta aún más que cuando nos ve a mí o a papuchi, se le iluminen los ojos y automáticamente decida a ir a casa.

sábado, 29 de octubre de 2016

Adaptarse a un bebé

El domingo pasado volvimos de una semana de vacaciones en Atenas, con el pequeño troll y toda la família directa de papuchi con sus respectivas parejas (en total, 8 adultos y la peque).

En general fue muy bien. Prioridad para pasar el control de seguridad, prioridad al embarcar... ¡a veces ir con un bebé te da un free pass en muchas cosas! Toda la familia paterna, en especial los abuelos, estaban súper ilusionados con la idea de llevar al troll de vacaciones - cosa que entiendo. Pero quedó bastante claro que no todo el mundo era consciente de lo que implica - al menos para nosotros - el viajar con un bebé de 18 meses.

Antes de seguir necesito hacer dos aclaraciones importantes:

1. No hubo quejas directas, ni discusiones, ni malas maneras en ningún momento.

2. Quizás es culpa nuestra porque puede que seamos un poco especiales, pero tal y como yo lo entiendo son los adultos los que tienen que adaptarse al ritmo del bebé, y no al revés.

Me explico.

A alguien le puede parecer ideal levantarse tarde, hacer un brunch a las 11, y pretender salir por la puerta a las 12 para ir a dar una vuelta por Atenas. Yo lo entiendo, son vacaciones.
El problema es que mi hija se ha levantado a las 7 de la mañana y después de almorzar a las 11.30, necesita dormir. "Ah, ¿pero no puede dormir en el coche?". Sí, claro. Pero el concepto de una power nap de 20 minutos no funciona con los críos. Necesita dormir más. "Pero ¿y no puede dormir en el carro?". Sí, pero si la llevas a un sitio nuevo que está lleno de gente, de ruido, de otros niños, de perros, de palomas... no va a dormir. Va a querer caminar. Va a querer ver esto y aquello y acercarse y tocar aquí y allá.

¿Qué pasa cuando mi hija no duerme su siesta? Al principio nada. Luego empiezan las quejas, los llantos, los quiero-que-mami-y-solo-mami-me-lleve-en-brazos-el-resto-del-día. Tenemos un portabebés, pero mi peque no es fan. Aún así le dimos uso, porque alguien tuvo la genial idea de subir la colina de Filopapos (o de las musas) a mediodía. Cuesta arriba con una niña de 12kg intentando escapar del portabebés. Al menos ya no me volví a sentir culpable por la rebanada de pan con Nutella que me había zampado en el desayuno. 

Y mi hija es buena. Y aguanta. Y aún cuando está increíblemente cansada, se la suele poder manejar. 

Pero si podéis escoger entre cenar a las 18.30 o a las 20.30, por favor recordad que la peque normalmente a las 19 está en la cama. Si planeáis entrar a un restaurante a las 20.30, no vamos a llegar a casa hasta pasadas las 22.30.

¿Soy yo?
¿Estoy loca?

Seguro que algunos opinarán que soy demasiado esclava de mi hija. ¡Ojo! No estoy pidiendo que nadie deje de hacer cosas que quiere hacer por contentar a la niña. Pero no me parece un sacrificio desmesurado intentar planear las cosas con un poco de conciencia. 

Y tengo que decir que los vikingos no tardaron en entenderlo. De buena o de mala gana (imposible de descrifrar a veces con esta gente, pero yo creo que de buena), a medida que iban pasando los días los planes estaban más definidos y más adaptados a las necesidades del troll. Y por ello les estoy sumamente agradecida. Yo sé que soy rara, que seguro que a veces me paso de la raya, pero a veces pequeños cambios que para algunos son casi insignificantes, para otros cambian radicalmente la experiencia. Tener a una niña descansada y feliz (casi siempre) ha hecho de mis vacaciones un placer (a excepción de la última noche, en un restaurante de mierda horrible con una niña que se me quedaba dormida en la silla).
Filopappos Hill Source: www.greeka.com

Yo sé que a día de hoy muchos papás y mamás intentan mantener su ritmo pre-bebé después de la llegada del retoño. Y lo entiendo. Para nosotros ha sido fácil porque siempre hemos disfrutado mucho el estar en casa y no digo que haya que renunciar al 100% a la vida social de uno... pero ¿quizás al 50%? 

En mi opinión (que cada uno tiene la suya), el mejor lugar para los peques es su casa. Por supuesto que tienen que salir y explorar e ir al bosque y a la playa y a la ciudad, pero al final del día donde están mejor es en la seguridad de su hogar. Entre aquello que conocen. Estimulación, sí, pero no sobreestimulación. Equilibrio. Tranquilidad. Y, cuando sea necesario, una niñera.

lunes, 10 de octubre de 2016

En los momentos difíciles no se les quiere menos

Me resulta sumamente frustrante que durante el día me lluevan ideas para llenar el blog, y que para cuando por fín me siento ante el PC todas se hayan desvanecido. Así no hay manera de escribir con asiduidad.

También me da un poco de vergüenza pereza estar escribiendo siempre sobre lo mucho que adoro a mi pequeña, lo rapidísimo que aprende (un día de estos tengo que hacer un listado de todas las palabras que domina, porque ¡ya son docenas!) o lo increíblemente mágico de esta experiencia. Y lo peor de todo es que cuando creo que he encontrado un tema interesante, no consigo recordar si ya lo he sacado antes.

Quizás es hora de dedicar unas líneas a los momentos más difíciles de nuestro día a día para que no se diga que el blog no refleja la realidad porque solo escribo cosas bonitas. En orden tal y como se me van ocurriendo:

1. Esas noches en las que se despierta tres o cuatro veces. Unas veces ha hecho caca y hay que cambiarla (totalmente comprensible, no se la puede culpar por querer un pañal limpio), otras son los dientes (no nos gusta darle demasiada medicación, así que si le empieza a doler un poco, duerme mal) y otras... pues no lo sabemos. Pesadillas, gases, sed (en cuyo caso pide agua muy claramente), take your pick que dirían en inglés. Y sí, si llora nos levantamos. Si se queja esperamos unos segundos para ver si está despierta o simplemente está dando vueltas por la cuna y se vuelve a dormir, pero si llora la atendemos. Y me da muy igual que me digáis que la vamos a malcriar y esto y lo otro. Punto.

Aquí voy a hacer un inciso porque hay algo que me pone de muy mal humor. Si la niña pide que la coja en brazos y lo hago, la opinión general es que la estoy malcriando. Si tiene una rabieta y en lugar de reñirla la consuelo y la abrazo, la estoy malcriando. Si permito que "escoja qué comer", la estoy malcriando. Si me levanto por la noche a consolarla cuando llora, la estoy malcriando. Si dejo lo que estoy haciendo para ir a jugar con ella cuando me llama, la estoy malcriando.
PERO luego, cuando la niña come bien, cuando se porta bien, cuando se acurruca a mi lado, cuando demuestra lo segura e independiente que es, cuando se entretiene sola, cuando comparte sus cosas... entonces la opinión general es "¡qué suerte tienes! ¡qué niña más buena te ha salido!". asdljhasidhpqwneqpwhoiands (esto soy yo conteniéndome las ganas de escribir una ristra de palabras malsonantes).
Quizás, quizás, la niña es como es porque estamos haciendo algo bien.

2. En relación al inciso, también es muy duro aguantar los juicios de la gente. Los radicales de la crianza del apego piensan que no le di el pecho suficiente (qué más habría querido yo que poder darle el pecho hasta hoy mismo), que no durmió en mi cama lo suficiente, que debería haber dejado mi trabajo para tenerla en casa hasta que cumpla los 3 años. Al otro extremo tenemos a los que piensan que a los peques hay que disciplinarlos, que hay que dejarlos que lloren hasta que se duerman (voy escribiendo esto y sigo pensando que no.me.cabe.en.la.cabeza que haya gente que piense así), que me dirían que soy una blanda y que mi hija me toma el pelo (a tomar por culo freir espárragos los mandaba yo a estos). Hagas lo que hagas siempre va a haber gente dispuesta a juzgarte y criticarte. Yo sé que no soy perfecta, pero vosotros tampoco. 

3. Venga va, añadiremos las rabietas. Qué palabra más horrible, rabieta. Yo a partir de ahora voy a llamarlas crisis emocionales, porque eso es lo que son. Hace poco más de 17 meses, el pequeño troll aún no había visto la luz del sol. Como adultos entendemos que aún después de nacer nuestro bebé se sigue desarrollando. Su cuerpo crece y se endurece, su coordinación, su equilibrio, sus movimientos se afinan. Sabemos y comprendemos que es un proceso. Y aún así nos sorprendemos soberanamente cuando descubrimos que los peques también necesitan un desarrollo emocional. Pretendemos que una personita que ni siquiera sabe atarse los zapatos consiga lidiar con avalanchas de sentimientos que no puede ni nombrar, ni entender, ni procesar. 
A estas alturas cualquier cosa puede desencadenar una crisis de mayores o menores proporciones. Quería el sandwhich entero y lo has cortado por la mitad. No le has echado suficiente agua en el vaso. Le has echado demasiada agua en el vaso. No entiendes cual de todos los videos musicales que le enamoran quiere ver en ese preciso instante. 

¿Cómo lidiamos en casa con las crisis? Con amor. ¿Funciona siempre? No al instante. Si el llanto está durando mucho nos resignamos a intentar distraerla con algo, pero no es ideal. Lo ideal es poner palabras a lo que está sintiendo, explicarle que es normal, ofrecer contacto físico si lo quiere y dejar que la crisis siga su curso y pase por si sola. Y la próxima vez, preguntar antes de cortar el sandwhich.

4. Los momentos "¿dónde está mi "yo" de antes de ser mamá?". Soy consciente de que este sentimiento es pasajero y es producto del hecho de vivir en medio de la nada y a 45 minutos en coche de mis amigos más cercanos. Tampoco es muy frecuente. Pero no por eso es menos difícil.
En general me ayuda el pensar que todo este tiempo que le dedico a ella (volvemos al tema de la crianza del apego) es una inversión en su futuro. Pero que mami tuviera una noche libre de vez en cuando tampoco le haría ningún mal (sobretodo porque se va a dormir a las 7). El problema es la pereza absoluta que le da a mamuchi tener que meterse en el coche una hora y media para igual estar por ahí dos horas.


5. La número 5 en realidad debería ser la número 1, porque es lo más difícil de todo este proceso: verla sufrir. Por más que quieras a tu hija, por más que hagas todo lo posible por ahorrarle sufrimiento, la pequeña va a llorar. Va a tener días de fiebre, de dolor de muelas, de sueño sin poder dormir (y recemos para que sólo sean esas minucias). Y oír ese llanto y no poder hacer nada, eso es lo más duro de todo.


martes, 13 de septiembre de 2016

Vuelta a la rutina

Pues ya hemos vuelto de vacaciones.

Un vuelo de vuelta con retraso pero con la peque durmiendo placidamente. Unos días de desconexión y de tiempo para mami y papi, de parque, de mimos, de comida casera y de calor... mucho calor. Por suerte el sol brilla también en el norte y el cambio no ha sido tan traumático.

Hoy hemos empezado en la clase de gimnasia para bebés. Empieza con canciones, acaba con canciones y en medio, un montón de obstáculos, colchonetas, trampolines y demás atracciones varias en las que la peque se lo ha pasado en grande. Tanto, que cuando recogimos para irnos todo eran llantos y gritos desconsolados (el hambre también ha tenido algo que ver).

Ver al pequeño troll entre tanto peque (todos del 2014 en adelante) me hace darme cuenta de lo especial que es. Todos los demás niños y niñas, sentados en el círculo con sus papás o mamás, siguiendo la canción y dando palmas, y mi hija corriendo de un lado a otro dentro de dicho círculo, diciendo hola a los papás y mamás y bailando como una loca, con los brazos al aire. Es verdaderamente un espíritu libre.

En parte esperamos que todo esto fuera porque era nuestro primer día (nos perdimos la primera sesión por las vacaciones) y que la próxima vez esté un poco más complaciente... Sinceramente nos ha dado un poco de vergüenza tener a la única niña salvaje y descontrolada, aunque parte de mí estaba encantada viéndola tan feliz y sociable. Es curioso porque no se estaba portando mal, estaba explorando y disfrutando como la enana que es, y aún así me daba reparo no poder controlar a mi hija. Luego si lo pienso me digo, ¿y por qué debería intentar controlarla? ¿en qué mundo una mamá debería impedir que su hija salte y ría y corra porque todos los demás peques están quietos y callados al lado de sus papis? Así que decidí que mientras no estuviera molestando excesivamente, no iba a intentar controlarla más. Y la "profe" nos dijo que la dejaramos correr. Personalmente creo que era una delicia verla disfrutar tantísimo. Súper divertido.

De resto todo sigue igual. Cada día más palabras nuevas y repitiendo todo lo que oye, "oh mai got", "sii yuu" y "shit" incluído. Es difícil poner en palabras todo lo que me hace sentir, desde orgullo hasta felicidad suprema y sobretodo muchas muchas ganas de ver con qué nos sorprenderá mañana. Ayer se le cayó su vaso de agua y corrió a por el primer "trapo" que vió para secarlo. Que el trapo resultara ser un cárdigan de lana es otra historia, pero ¡la intención es lo que cuenta!

También ahora empieza a tirar besos al aire, aunque desgraciadamente no a darlos (¡y mira que tenemos ganas!).

Si me hubieran dicho que esto de la maternidad iba a ser así de increíblemente mágico, ¡me hubiera puesto a ello mucho antes! 


martes, 23 de agosto de 2016

Negativas


- Peque, estás muy cansada, ¿vamos un rato a dormir?


- Mmmm Ño.

 - Sí, cariño, porque así te levantas más relajada y con más energía para volver a jugar hasta la cena. 

- Ño

*mamuchi coge al pequeño troll en brazos y lo mete en la cuna*


- Nonononononononono.

Está mal,, pero me hace muchísima gracia la forma en que dice No/Ño. Tan decidida y tan rotunda. Y tengo que aguantarme la risa, porque sino nunca jamás me va a decir que sí a nada. De hecho, aún no dice sí. A veces dice "Ja" (en danés) y a veces (la mayoría del tiempo) simplemente asiente con la cabeza (con mucha convicción y firmeza, cabe decir).

¡Qué duro es intentar no reirse!


sábado, 20 de agosto de 2016

Impredecible rutina

La semana pasada fui a poner una lavadora y la encontré medio llena con ropa de la peque. Pensé que papuchi iba a poner la lavadora y no le di más importancia. Dos minutos más tarde, encontré al pequeño troll cerrando la puerta de la lavadora e intentando darle a la ruedita para seleccionar el programa de lavado. Su cesta de la ropa sucia estaba en medio de su habitación, medio vacía.

Quince meses y casi está poniendo sus propias lavadoras.

Ayer salió de la bañera y se sentó en su orinal. ¡Y le dio buen uso! Cierto es que luego tuvimos un "accidente" dentro de la bañera pero, como se suele decir... baby steps!!

Es increíble. Cada día una aventura, cada día algo nuevo, cada día una sorpresa. Una palabra nueva, un invento inesperado. 

Hoy se despertó a las 7.30, fuimos a casa de unos amigos a ayudarles con su mudanza y no volvió a dormir hasta casi las 7 de la tarde. Y el único rato en el que estuvo verdaderamente imposible fue cuando intentamos ponerla a dormir la siesta.  

Mi peque es una campeona y a mamuchi cada día se le cae más la baba.


miércoles, 3 de agosto de 2016

El poder de las palabras

El vocabulario de la peque mejora día a día y ya tenemos unas cuantas palabras bastante asimiladas (en cursiva, danés):

Affa = Jirafa/Gafas
Tuga = Tortuga
Pes = Pez
Poing = Pelota
Grooooaaarr = León, tigre, oso, leopardo y cualquier cosa que ruja.
Pan = pan
Ahua = Agua, zumo, leche
ta' på = ponerse ropa
mere = más
hest = caballo, cabra, cebra, camello y similares
ko = vaca
farfar= abuelo
yaya
papa
mama (a veces)
traktor = tractor
coque/coche = coche

Es increíble cuantísimo aprende y a qué velocidad. Aún no tiene 15 meses y habla por los codos, ya sea con palabras inteligibles o repitiendo lo que oye o usando sus propias construcciones. Me maravilla.

Por mi parte, yo también estoy intentando usar mi vocabulario correctamente. Me explico.

Desde antes de nacer la pequeña, yo ya sabía que iba a ser del club de la crianza respetuosa. Tratar a mi hija como a un igual y no como a un bebé, siempre que sea razonable. Sin sobornos, sin mentiras, sin trucos ni engaños. Honestidad y respeto.
Leyendo y leyendo, llegué a un artículo muy interesante sobre cómo hay que tener cuidado con las cosas que decimos o más bien, con cómo las decimos. El ejemplo en cuestión enseñaba a una niña intentando coger un vaso de la mesa y a una mamá diciendo "Se te va a caer".


Explicaban que este tipo de comentario acaba siendo profético y refleja una falta de confianza por parte de la madre hacia la niña. No es consciente, pero está ahí. Creará inseguridad y perjudicará el autoestima de la pequeña. Tiene lógica, ¿no? La mamá del ejemplo está dejando muy claro que piensa que su hija no es capaz de coger el vaso sin que éste se caiga al suelo.Por desgracia, frases así me salen automáticamente. "Te vas a caer", "te vas a hacer daño"... se escapan sin pensar.

Pero, con esfuerzo e intentando ser consciente y pensar antes de hablar, consigo corregirme. "Ten cuidado con el vaso, cariño, pesa mucho y se te puede caer". "Anda un poco más despacio, si caminas tan rápido podrías caerte".

Son muchas más palabras pero vale la pena intentarlo. Quizás no sea nada, quizás la peque no note la diferencia, pero ¿y si lo hace? ¿y si todas los pequeños detalles suman? 

viernes, 22 de julio de 2016

Verano

Casi casi un mes desde mi última entrada, ¡no tengo perdón!

Es difícil encontrar tiempo, y es difícil encontrar palabras. Porque escribir otra vez para decir que la peque me tiene enamorada, embelesada, fascinada, maravillada, encantada, enloquecida, sería lo que en inglés se llama old news. Vamos, que eso ya lo sabe todo el mundo.

Hoy es mi último día de trabajo antes de las vacaciones. Dos semanas que vamos a pasar el pequeño troll y yo solas mientras papuchi trabaja. Tengo muchas ganas y a la vez un poco de miedo. A ver qué hacemos tantas horas, tantos días. Pero sobretodo tengo ganas, sí. 

El hecho de que camine hace las cosas más fáciles y más complicadas. Fáciles porque es más autónoma, complicadas porque... bueno, porque camina. Y tiene mucha personalidad y voluntad y sabe muy bien lo que quiere - que normalmente no es lo mismo que a mamuchi le gustaría. Aún así, toda cabezonería queda perdonada en el momento en que me mira desde el otro lado de la habitación y corre hacia mis brazos - aunque luego frene a un metro de mí y se eche a correr en sentido contrario.

El ¡qué te pillo! es un hit. La persigo y ella corre delante de mí y de repente se queda quieta, para que la pille. Achuchones, besitos y risas, muchas risas aseguradas. 

Me encanta. Las imitaciones, los aspavientos con las manos y la cabeza cuando ve una mosca (que por desgracia son aprendidos de mamuchi), la mano al aire y el "oh oh ohh" cuando suena Single Ladies, los larguísimos "waaaaauuuuhh" (eco de los míos), las palmaditas que se da ella sola cuando hace algo bien, su sonrisa inmensa cuando llego a casa, sus canciones (más bien tarareos), el brillo constante en sus ojos, sus abrazos... todo lo que hace me enamora. 

A veces, abre los cajones y empieza a sacar cosas. Cuando encuentro el circo, se me escapa un "Aaayyy, Naaiaaa"... e immediatamente se oye un eco lejano en una vocecilla aguda "aaaaayyy Naaaiaaaa". Me meo de risa y me derrito por dentro, todo a la vez.
"aaaaayyy Naaaiaaaa", "aaaaayyy Naaaiaaaa", "aaaaayyy Naaaiaaaa", repite unas cuantas veces más. 




¿Veis? Al final siempre acabo poniéndome tonta y escribiendo lo mismo. Si es que se me cae la baba con esta niña. 

De resto, pues en casa seguimos con los animales, y seguimos usando los nombres daneses. Yo insisto con el castellano, pero en su defensa tengo que decir que es mucho más fácil decir "hest" que "caballo", "flue" que "mosca", "hund" que "perro". Y así podría seguir, porque los nombres de animales son muchísimo más fáciles en danés, o al menos más cortos. Pero no nos rendiremos. 

Y hasta aquí hoy, que en realidad debería estar trabajando (dejándolo todo listo para marcharme dos semanas). Pero es que me pongo a pensar y sé que no encontraré tiempo para escribir en otro momento, ya casi no me siento delante del ordenador. A ver si para la próxima me inspiro un poco más.



lunes, 27 de junio de 2016

Enamorada

Así me tiene.

Cada día más, aunque parezca imposible.

Hace días (al menos una semana) que ya tenemos a la peque correteando por la casa sin ayuda de nadie. ¡Qué maravilla! ¡Mi pequeña todoterreno! Y aunque sobre hierba o asfalto y con zapatos puestos aún se caiga un poco más a menudo, siempre se vuelve a levantar. 

Todo esto lleva a situaciones más o menos cómicas del estilo "bebé se mete en la bañera con la ropa puesta" (está claro que tengo que vaciar la bañera immediatamente después de usarla), "bebé vacía por completo los cajones de su habitación", o "bebé inunda el cuarto de baño de papel higiénico". Aunque algunas de esas cosas ya las hacía gateando, ahora pasan más.

Oh, y por supuesto el maravilloso "bebé corre feliz a la puerta cuando mamá llega de trabajar". Mi favorito. 

Ayer estuvimos en una granja-zoo, y es obvio que es hija de su madre. ´¡Qué pasión por los animales! Cabras, burros, llamas, caballos... da igual. Mientras se puedan tocar, le alucinan. De lejos los monos también le hacen gracia. Pero las cabras más. Ojalá pudiera describir detalladamente los sonidos de emoción, alegría, nerviosismo e hiperactividad que salían de mi hija cada vez que veía un bicho nuevo que se le acercaba. Cómo corría acelerada tirando de su abuela paterna para aquí y para allá, sin rumbo y respondiendo a cada animal que la llamaba. Puro éxtasis. 

Y como resultado ya tiene bastante aprendidos los sonidos básicos. La vaca sobretodo, muuuuuuuh. La oveja, beeeeeeee. El caballo, iiiiiiihhhhh. El perro, wuff wuff (para ella, uhh, uhh). El gato, miiiiauuu (aunque a ella le sale más bien un aaaaauuu).  La muñeca cuando se toma el biberón, nom nom nom.

También ha aprendido a pedir agua. áhua. A veces, ahuáhua.  

El día que aprenda a hablar más, no va a parar. Va a hablar por los codos, como una servidora, que siempre traía buenas notas a casa, acompañadas de comentarios del estilo "habla demasiado". ¡Qué culpa tenía yo! Si las clases hubieran sido más entretenidas, no habría hablado tanto. 

Ya estoy temiendo los interminables ¿Y por qué? 

Pero no la cambiaría por nada del mundo. Sí, le sigue dando la vuelta a la cuchara antes de meterla en la boca. Sí, se sigue despertando varias veces por la noche. Pero es mi peque y la adoro tal cual. 

lunes, 6 de junio de 2016

Verano

Hoy por fin me decidí a quitar las guirnaldas del cumple del troll. Sí, un mes después. Qué vacías y blancas se ven mis paredes ahora...


Llevamos unos días de sol y de calor muy veraniegos. Y la peque disfrutando como la enana que es, todo el día fuera, bajo el cielo azul.

Mamuchi lo lleva un poco peor, pero he decidido dejar de quejarme porque pronto llegarán las lluvias torrenciales y me arrepentiré de haber abierto la boca. Ahora toca disfrutar y aprovechar al máximo. Cubiertas en crema solar factor 50 y sudando a mares, pero con una sonrisa en la cara.

Mi peque ya se decide a andar solita de vez en cuando. Pasa que nos giramos y de repente la vemos caminando sola, casi cruzando el comedor. Y yo si la pillo me echo al suelo de rodillas con los brazos abiertos y le digo "¿¡Vienes con mami?!" y entonces se le dibuja la sonrisa más enorme del mundo en los labios y en los ojos y se tambalea hasta mis brazos. Y ahí me derrito, y la abrazo fuerte, y ella a veces se queja un poco pero a mamuchi le da igual. La abrazo, la achucho, la besuqueo y lo disfruto al 200%, ahora mientras puedo. 

Ayer le puse unas cuantas cerezas (deshuesadas) de postre. Y me miró y negó con la cabeza y dijo "mh mh" como ella bien sabe hacer. Claramente un "no, no". Así que mamuchi, ni corta ni perezosa, le echó una de las medias cerezas a la boca. Adoro las cerezas, ¡y aquí arriba se encuentran tan poquito! Pues mi niña bonita echó immediatamente la mano al bol y ¿qué hizo? coger una cereza y alargar el brazo hacia mí, ofreciéndomela. No es la primera vez, no. Pero esta vez, el gesto iba acompañado de un "aaahhhh" y cuando me comía la cereza, entonces un "mmmmhhh". Exactamente lo que le hago yo con el desayuno: "aaaahhhhmmmmhhh". Y ahí me derretí otra vez.

Un recordatorio más de que los peques lo ven (y lo copian) todo. El otro día me pidió un coletero elástico que llevaba en la muñeca (nunca se sabe cuando una tendrá que hacerse una coleta) y tal y como se lo di, se lo puso en su muñeca. Encontró unas gafas en un cajón, y se las intentó poner también (sin éxito, pero eso es más complicado). 

A veces no me creo lo lista y espavilada que es (que supongo que igual que otra niña de su edad, pero claro, no tengo con qué comparar). 

Ahora solo queda intentar dar el mejor ejemplo posible. Que mi peque vea, a poder ser, la mejor versión de su mami. Ya tendrá tiempo en unos años de descubrir que mamuchi tampoco es perfecta.








jueves, 26 de mayo de 2016

Noche de perros

Efectos secundarios de la vacuna del martes
+
Mocos
+
Primera muela en camino
=
Noche horripilante


Anoche se alinearon todos los planetas habidos y por haber, y el pequeño troll se despertó cada hora al menos una vez. Yo he dormido fatal, pero mi pobre niña, peor. Ni un analgésico ni la pomada para dentición ayudaron. Intenté llevármela a mi cama pero fue aún peor. No, a mi hija no le va eso de dormir acurrucada con mami. Ni sin acurrucar.

Y esta mañana, fiebre. 39 grados. Y si hay fiebre, tengo que quedármela en casa. Aunque ella esté de buen humor, aunque coma con normalidad, aunque juegue y se divierta. Aunque no sea contagioso. Da igual. 

La verdad es que en realidad ha sido buena idea que nos quedáramos en casa, porque la fiebre ha subido un poco después de la primera siesta y la peque ha estado quejosa y con pucheros. Aún así ha costado sudor y lágrimas ponerla a dormir su segunda siesta y ahora - y sólo ahora - parece que ha caído.

Pero no se la puede culpar, porque en realidad es un sol. Algun llanto aquí y allá con más o menos sentido, en general producto del cansancio y el dolor de encías y la fiebre que va y viene. Pero de resto, si está medianamente distraída, uno casi ni se da cuenta de que está enfermita.

Batidos, baños, fruta y mucho líquido. Y mimos. Y risas. Las risas lo curan todo.

Pensándolo bien creo que mamuchi se va a echar a la cama también, aunque por desgracia hay una lavadora puesta y en media hora la máquina del demonio empezará a pitar descontroladamente, avisando de que ha acabado. Pero me voy a estirar igualmente.

sábado, 21 de mayo de 2016

No hacen falta palabras

En mi opinión, uno de los aspectos más duros de los inicios de la maternidad es la falta de reciprocidad del bebé. Mamás y papás derramando sudor y lágrimas, derrochando amor y cariño por cada poro de la piel, y el bebé no hace más que llorar, dormir, comer, mirarnos seriamente y, si tenemos suerte, esbozar una sonrisa involuntaria (a menudo en respuesta a un pedo o una caca). El bebé nos necesita para absolutamente todo, pero ¿nos quiere?

A día de hoy, esa época nos queda (por suerte) muy atrás y ya hace mucho tiempo que mamuchi disfruta de ser mamá al 200%. Y es que si una se fija en las pequeñas cosas, es fácil ver que ya no sólo hay necesidad, sino que también hay amor. Yo se que mi peque me quiere adora cuando:

  • La voy a despertar por la mañana y al abrir los ojos y verme allí se le dibuja una sonrisa enorme en la cara. 
  • Me busca para jugar. Ella puede jugar sola y se entretiene con casi cualquier cosa, pero con mamuchi todo es mejor. 
  •  Me llama y me hace señales para que la coja en brazos cuando me ve llegar a recogerla. 
  • Se calma en mis brazos cuando se encuentra mal, tiene sueño o está cansada. 
  • Viene a donde yo estoy y me abraza, porque sí.
  • Intenta imitar las cosas que digo o hago.
  • Ríe descontroladamente cada vez que le hago cosquillas.
Y mi favorita:
  • Si estamos comiendo juntas y le cojo algo de su plato, a menudo se saca la comida de la boca con la mano y me la ofrece (y si me acerco intenta ponérmela en la boca). Asqueroso, lo sé, pero ¡muero de amor!

Cada vez que me mira y sonríe, cada vez que me llama, cada vez que me tiende la mano. Incluso cuando está enfadada y gritando y aún así deja que la rodee con mis brazos. Cada vez que pide sentarse a mi lado.

Cada día, muchas veces.

No dejeís de disfrutar todas estas cosas.




miércoles, 11 de mayo de 2016

Mi bebé ya no es un bebé (parte 1)

¿Cuándo deja un bebé de ser un bebé? En inglés, tienen la palabra toddler para los peques de uno a tres años. El diccionario al español lo traduce como bebé mayor. Con perdón, pero menuda mierda de traducción. 

Mi bebé ya no es un bebé. Tuvo su primer cumpleaños el día 5. Su primer pastel (de plátano, sin azúcar añadido pero cubierto de nata montada y con arándanos). Su primera fiesta (si no contamos su bautizo, que más que fiesta para ella fue para todos los demás). Un montón de regalos, entre ellos una piscina de bolas, un tobogán, un triciclo-moto (con remolque), un set de percusión (¡malditos!) y un montón de libros. Vino hasta la superabuela (mi mamá).

Fue un día fantástico.

Pero ahora mi bebé ya no es un bebé. 

Mi peque ya sólo toma un biberón antes de acostarse (y en los momentos en que está demasiado cansada para sólidos). 

Mi peque está empezando a tener momentos. Momentos que la gente llama "rabietas" o "pataletas", pero a mí esas palabras no me gustan. Dan a entender que hay premeditación y alevosía y no es así, al menos no de momento. Ayer tuvimos la primera situación clara:

El troll quería andar. De las manos. Dimos vueltas y vueltas de habitación en habitación. Si intentaba sentarla o enseñarle algo, gritaba (a todo pulmón). Llegó el punto en que gritaba y lloraba desconsoladamente, incluso cuando le tenía caminando. Caminamos, y gritos. Nos sentamos, y gritos. Gritos como si la estuvieran matando.

Era obvio y estaba muy claro que la peque había perdido totalmente el control y durante un rato la cordura. Estaba fuera de sí. Al final resultó que lo que tenía era hambre (combinada con cansancio general) y un biberón fue lo único que la devolvió al reino de los cuerdos. 

Luego ya era mi niña dulce y risueña otra vez.

No fue una pataleta ni un berrinche. No se estaba quejando, ni reclamando ni pidiendo atención. No estaba intentando conseguir nada. Simplemente tenía hambre y no la estábamos entendiendo. Estaba triste, estaba cansada, estaba desconsolada, estaba asustada, estaba confundida (¿qué me está pasando?). Estaba experimentando un montón de sensaciones y sentimientos que no tiene las herramientas para manejar. Sensaciones y sentimientos que no entiende.

Y esto sólo va a ir a más. A medida que se desarrolle emocionalmente, experimentará más y más cosas que de entrada no tendrá la capacidad de entender o asumir. Y lo único que podemos hacer nosotros es estar ahí. Estar ahí y decirle que todo está bien. Intentar adivinar el desencadenante para ver si se puede mitigar el momento. Abrazarla y dejar que el proceso siga su curso. 

¿Es fácil? No. Pero ¿cual es la alternativa? Si la distraemos con otras cosas para que pare de llorar, eso solucionará el momento actual, pero no la ayudará a asimilar la situación. No habrá ninguna evolución y estaremos atrapados intentando distraerla siempre.

Que un niño pare de llorar no implica necesariamente que esté bien y que no le pase nada. Sólo ha dejado de exteriorizarlo. El llanto no siempre es malo. Sí, a las mamás nos rompe el corazón. Sí, en nuetra sociedad se hace todo lo posible por minimizar el llanto. Sí, el llanto de un bebé siempre debería ser atendido tan pronto como sea posible.
Pero cuando los bebés ya no son bebés, a veces el llanto es necesario. A veces necesitan desahogarse. Aunque nos duela el alma (y los oídos). Debemos ser su apoyo y no sus verdugos.

Si a mí a mis veintitantos, mis propios sentimientos me superan a veces. Si yo hay días en que no puedo controlarlo y me saltan las lágrimas. ¿Cómo podemos pretender que una personita de un año o dos sepa guardar la compostura?

miércoles, 4 de mayo de 2016

(casi) un año

Tengo que escribir más, tengo que escribir más, tengo que escribir más...

Llevo mucho tiempo queriéndome pasar por aquí y no ha habido manera humana. Como celebración del primer año desde el final de mi embarazo, mi cuerpo (ayudado por un maldito virus estomacal) decidió volver a las náuseas, los vómitos, el dolor muscular y la falta de energia general tan característicos de la gestación. Pero hoy ya está más o menos superado.

Y mañana se cumple un año (de hecho, hace un año yo ya llevaba unas cuantas horas en el hospital, de parto). Un año desde las peores horas de mi vida. Un año desde que nos convertimos en papuchi y mamuchi. Un año de vida del pequeño troll fuera del vientre.

Hoy puedo decir cosas que hace un año no podía. Puedo decir que sé lo que es el miedo, el cansancio, y el dolor. Que palabras como "felicidad", "satisfacción", "orgullo" han cobrado nuevos significados. Puedo decir que mi vida está un poco más completa. Que tiene más sentido. Que tengo un propósito muy claro.

Hoy sé que no hay nada en el mundo como un abrazo de mi hija. O su risa. O esa expresión mitad sorpresa y mitad felicidad absoluta cada vez que descubre algo nuevo. O ese gesto de alargar el brazo y abrir y cerrar el puño que dice "mamá, ven y ayúdame". 

En algún momento de este último año descubrí que ser madre es lo mejor que he hecho en la vida. Que es pura magia. Que me llena el alma. Que no puede explicarse, que hay que vivirlo. Que los sacrificios y los cambios merecen la pena. Que con mi hija me ha tocado la lotería.

Cuesta de creer que tantas cosas hayan pasado en sólo un año. La semana pasada la peque dió sus primeros pasos sola, primero hacia mí, luego hacia papi. Un dia tres pasos, otro dia cuatro, otro dia cinco. Ayer consiguió beber sola de un vaso normal (sin adaptaciones para bebés) derramando solo un poquito de agua (aunque esto va a días y a veces aún sigue alzando el vaso al aire y duchándose en el proceso). Intenta más y más comer sola con cuchara y tenedor, aunque el movimiento con la cuchara aún se le resiste y le da la vuelta antes de meterla en la boca. Cada día tiene más variedad de sonidos y sílabas y las usa constantemente. Le encanta el jardín, y los animales, y comer de nuestro plato. Adora sus LEGO y en general todo lo que tenga partes que se puedan poner y quitar. Le fascinan los libros, y sigue pidiendo que nos estiremos en el puff a mirarlos juntas.

Entiendo que esto de la maternidad no es para todo el mundo. Entiendo que tienes que sentir la llamada (aunque yo no siempre la sentí). Entiendo que es un salto mortal al abismo de lo desconocido y que no hay vuelta atrás. Entiendo que depende de la suerte que uno tenga con el bebé resultante. Entiendo que si tu vida te llena completamente, no la quieras cambiar.

Yo era feliz antes de la peque. No nos convertimos en papás porque nos faltara nada o porque estuviéramos insatisfechos. Pero llegó el momento en que oímos la llamada.

Y por suerte, respondimos.





viernes, 15 de abril de 2016

Sonrisas y lágrimas

Hoy he tenido un ratito libre (me he quedado en casa) y he empezado con la decoración para el primer cumpleaños de la peque. Y eso, y el hecho de que estoy en esos días, me he puesto muy sensible. Un año. Sí, cada post empieza igual, me doy cuenta. Pero ¡UN AÑO!

Y el troll ya más o menos dice su nombre. Por un lado es cierto que tiene un nombre fácil de decir para un bebé, con muchas vocales y sólo una consonante, también de las facilitas. Por otro lado cabe la posibilidad de que papuchi y yo lo estemos imaginando, supongo...
También se sigue señalando a sí misma y diciendo "papa" así que es obvio que aunque diga cosas, aún no entiende el significado.

La semana pasada la pillé subiendo escaleras a gatas, por primera vez. Había subido escalones individuales antes, pero yo nunca la había visto subir escaleras. Bajar ya fue otra historia, e iba de cara hasta que llegué y me puse a 4 patas con ella y bajé marcha atrás... y entonces la peque me imitó y bajó también. ¡Qué subidón de adrenalina cada vez que una puede enseñarle algo! ¡Y qué feliz se puso mi peque cuando vió que había bajado sola!
(los días siguientes ha preferido subir y bajar de pie, de las manos de mamuchi. Sí no subí y bajé esos 4 escalones 20 veces, no lo hice ninguna!)

Me doy cuenta de que cada vez se hace más difícil intentar dejar constancia de todas las cosas nuevas que va aprendiendo. Realmente es un contínuo y casi todo ocurre de manera progresiva y cuando no, siempre se me olvida apuntarlo en algún sitio. Además cada día se me da peor esto de escribir. Es como que no estoy inspirada, pero me obligo porque sino me olvido. 

Y luego la gente parece tener la fecha exacta de cuando salió el primer diente (¿qué es salir? ¿aparecer por la encía? ¿que esté todo el diente fuera?), cuando gateó por primera vez, cuando dió el primer paso, dijo la primera palabra (de nuevo, ¿qué consideramos una palabra?)... pero bueno, tengo que aprender a dejar de compararme con todas las demás (¡maldito Instagram!).

Yo sigo disfrutando todo lo que puedo de cada momento. Los últimos días a la peque le gusta que nos sentemos estiremos acurruquemos en el puff y miremos libros juntas y mamuchi no podría ser más feliz. Esos momentos son oro y no los cambiaría por nada.

Por desgracia, la ansiedad por separación ha vuelto a aparecer por las mañanas. Yo creo que tiene que ver con el hecho de que el miércoles la dejé a las 7am y cuando llegué a casa por la noche (tuve un día muy largo) ella ya estaba dormida y no me vió hasta la mañana siguiente. Dejarla allí el jueves fue muy duro, con la peque agarrándose con todas sus fuerzas a mi ropa o al pelo, y hoy aún ha llorado bastante. Sólo podemos esperar que vuelva a acostumbrarse después del fin de semana. Paciencia. 

En fín, vuelvo a mi lista de tareas. En una hora recogemos al troll y tengo mil cosas que hacer antes de que la peque esté por casa. A ver si un día de estos me inspiro y puedo escribir un post bonito coherente de los de antes.


martes, 5 de abril de 2016

De vuelta a la rutina

¡Qué duro es volver a la rutina después de unas vacaciones!

Volamos con la peque otra vez, y gracias al universo volvimos a tener la suerte de que hubiera un asiento libre entre papuchi y yo. Sino no imagino cómo lo habríamos hecho, considerando que el troll sólo quiere estar jugando y a poder ser de pie. Creo que para la próxima nos tocará comprarle un asiento si no queremos arriesgarnos a 2 horas y media de absoluto infierno (por partida doble). 

Porque si una cosa es cierta, es que la peque tiene muy claro lo que quiere y lo que no quiere, y lo expresa con soltura y a todo volumen. A eso hay que añadir que lleva un par de semanas (o más, el tiempo es tan relativo) señalando aquí y allá, esto y aquello. Últimamente acompaña el dedo con un "¡ah!" o "¡pa!" o "¡na!". En ocasiones asiente enérgicamente con la cabeza. 

Hace unos cuantos días, miró a papuchi y dijo "pa-pa". Y obviamente, papuchi y yo nos miramos a los ojos y casi lloramos de la emoción. Tan felices nos devimos poner, que la niña lo pilló al vuelo y ahora dice papá a todas horas y a todas las cosas. Señala su vaso de agua, "pa-pa", señala a la ventana, "pa-pa", señala su cuchara, "pa-pa". No tiene muy claro todavía quien es papa. Pero si le preguntas "¿Dónde está papi?", inmediatamente se gira hacia él y le señala. Hasta ahí sí. 

Mamamamama sigue siendo el sonido del "necesito algo". Tengo hambre, tengo sueño, tengo sed... todo es "mammamma". Los imprescindibles ;) 

En nuestras vacaciones la llevamos al zoo, y la verdad no fue tan guay como imaginamos. Pero si uno lo piensa bien, es normal. Ver un hipopótamo gigante tirado en el suelo a 20 metros de distancia no es muy diferente de ver una roca enorme, sobretodo cuando nunca antes has visto un hipopótamo en 3D (aparte de una versión en miniatura, de plástico, y rosa). Pero si los animales se movían, ya era otra historia. Aún así, lo que más disfrutó fueron los pollos y las cabras. Nos va a salir granjera, la vikinga. 

Las cosas en casa van mejor, sobretodo entre la peque y papuchi (que la niña a veces es muy de su madre y no quiere a nadie más). Está a puntito de caminar ella sola, y de las manos ya corre que se las pela. Come mejor y dormir... bueno, va a días. Tiene ya 4 dientes arriba y 3 abajo. Gatea cuando quiere, pero prefiere andar. Le encanta el jardín y estar en la calle en general. A veces abraza y mami se derrite. 

Podría seguir y seguir escribiendo pero se me hace tarde. Tengo pendiente escribir un post más detallado (¡ya tiene once meses!) pero hoy se me hace tarde. 

A ver si mañana me acuerdo.  

sábado, 19 de marzo de 2016

Mamá buena, mamá mala.

Hoy vengo con una reflexión (y antes de juzgarme, leed hasta el final :) ).

Resulta que Instagram está rebosante de mamás blogueras super guais, con casas de ensueño, habitaciones de bebés sacadas de un catálogo y empresas propias que, por supuesto, se dedican a hacer cositas de bebé.

Y me parece perfecto, excepto por el hecho de que parece que las demás mamás, las de a pie, las que tenemos habitaciones de bebé con un mueble de cada color (porque se han ido comprando aquí y allá, de segunda mano), no somos tan geniales o tan merecedoras de halagos y apreciación.

A día de hoy, palabras como ecológico, hecho a mano o personalizado, se han convertido en hits que todo el mundo quiere usar. Los bebés y todo lo que les rodea se han convertido en un símbolo de estatus. Cojines de 50€, mini-vestidos de 40€, láminas de pared de 20€.

Pero no me malinterpretéis. Si alguna mamá emprendedora está leyendo estas líneas, respeto su trabajo y entiendo que los precios van acorde a la calidad y al tiempo invertido. Mi punto no es ese.

Mi punto es que parece que si no gastas cientos y cientos y cientos de euros en cosas para tu bebé, no estás haciendo las cosas bien. Parece que las únicas mamás guais son aquellas que se pueden permitir todos los lujos habidos y por haber. Y las que pueden trabajar desde casa y estar con sus peques todo el día.

Y me fastidia. Porque esas mamás son muy guais, pero yo también.

Me enamoran algunas de las cosas que veo (casi todas, para qué nos vamos a engañar) pero no me las puedo permitir. Con esfuerzo, podría... pero es que no quiero. Prefiero que mi hija tenga una muñeca de trapo que se pueda llevar al jardín, que se moje, que se ensucie y que se rompa sin que me tenga que dar un ataque al corazón al ver 40€ tirados a la basura. Porque 40€ para nosotros es dinero. Dinero con el que papi y yo podemos pagarnos la entrada al zoo (los peques aún van gratis) y pasar un día en familia viendo animales (que yo odio los zoos, pero seguro que a la peque la enamoran).
Prefiero comprarle libros de segunda mano, porque ahora mismo no los lee, los destroza. Los investiga, los dobla, los golpea contra cosas porque hacen ruido y para ver qué pasa. Y la dejamos porque pensamos que es lo mejor, que experimente y que aprenda.

Hay otras cosas en las que no ahorro. Calidad. Seguridad. Gastamos mucho en su silla para el coche, porque ahí no se escatima. Pero en estilo, en fashion... pues ahí sí ahorramos.

A nuestra peque no le falta de nada, más bien le sobra. Tiene su cuna, su armario lleno de ropa (más de la que podemos usar), su cambiador, su bañera, su silla de paseo, su trona, su alfombra de juegos, su gimnasio (ya jubilado en una caja), sus juguetes, sus libros, su correpasillos, su balancín... pero no hace falta enseñarlo todo.
Habrá mamás que no se lo puedan permitir y eso no implica que sean peores mamás. Habrá mamás que no se lo quieran permitir, porque piensan que la mitad de las cosas no son necesarias (y ciertamente no lo son) y también son buenas mamás.
Estoy muy harta de las reglas no escritas que parecen proyectar todos los medios. Que si no puedes dar el pecho es porque no lo has intentado lo suficiente y eres una madre horrible, que los ingredientes para papillas tienen que ser siempre ecológicos (y no se te ocurra darle un dulce al niño un día porque te lapidarán a críticas y comentarios agresivos), que la ropa tiene que ser exclusiva y hecha a mano y a poder ser única en el mundo, que la habitación de tu bebé tiene que parecer sacada de una revista (pero ojo, no la de IKEA, que esa es para la gente pobre).

Algunos pensarán que me mueve la envidia, pero no. Soy una mamá feliz. Simplemente estoy cansada de que se juzgue a las madres en función de las cosas que tienen y no de la labor que hacen. Las mamás que no han podido pasar una noche fuera de casa desde que nacieron sus bebés, las que llevan meses sin dormir una noche entera, las que pasan semanas en el hospital al lado de sus hijos,  las que se quitan la comida de la boca para dar de comer a los suyos, las que hace años que no se compran nada para ellas para que a sus pequeños no les falte de nada, las mamás que crían a sus hijos solas porque su pareja no estuvo a la altura de las circunstancias, las mamás que tienen un bebé con discapacidades y superan retos que las demás no podemos llegarnos a imaginar...

Esas son las supermamás. Esas son las personas a las que deberíamos admirar.

Ser una buena mamá es hacer absolutamente todo lo posible para que a tu bebé no le falte de nada. Que cada noche tenga la barriga llena, que no pase frío y que se sienta seguro y querido. Que tenga oportunidad de crecer y aprender y estar todo lo sano posible. Todo lo demás, es un plus.

Y ya para acabar, no nos olvidemos de algo muy importante, que fue lo que yo les recordé a estas mamás agresivas y moralizantes de Instagram:
Si no tienes nada amable que decirle a alguien, mejor no digas nada.

Porque como si criar un hijo no fuera suficientemente desafiante, siempre hay gente dispuesta a joderte fastidiarte el día.

viernes, 18 de marzo de 2016

El tiempo es oro

Ya parezco una abuela más que una mamá, siempre diciendo lo valioso que es el tiempo y lo rápido que pasa, pero es que es cierto.

Trabajo a jornada completa y lejos de casa, con lo que aprovechar el poco tiempo libre que tengo se ha convertido en una absoluta prioridad. Por eso, e inspirada por una amiga que además también es familia, he decidido desactivar mi perfil en Facebook.

Es increíble cuanto tiempo pasaba enganchada al móvil o en el pc, simplemente mirando lo que la gente publica, leyendo este artículo o esta notícia o tal o cual opinión, reaccionando a fotos, comentando estados... ¿Para qué? ¿De qué nos sirve realmente estar todo el tiempo conectados a la red? Avalanchas de información que salen de nuestra mente y nuestra memoria casi tan rápido como entran.

Se nos vende Facebook como una herramienta para seguir en contacto con la gente, y todo este tiempo yo he mantenido que ese era el motivo por el que yo tenía un perfil. Pero si nos paramos a pensar, ¿no tenemos otra manera de conectar con la gente que de verdad nos importa y cuyas vidas nos interesan? Yo sí la tengo. Y por eso Facebook ya no es imprescindible. Y por eso he desactivado mi perfil (que no borrado, con lo que dejo la puerta abierta al volver después de hacer limpieza intensiva de amigos). 

A día 1 sin Facebook, debo admitir que da cierta paz no tener el icono en la pantalla del móvil. No hay necesidad de estar al día de todo. Si quiero saber de alguien, envío un mensaje o un e-mail. Y si no quiero saber de nadie, no tengo que estar sometida a las cosas que los demás quieren que sepa. 

Pensándolo bien, tampoco necesito compartirlo todo con todo el mundo. Sigo en Instagram, donde gente a la que le interesen mis actualizaciones sobre la peque me puede encontrar. Y estoy en Linkedin, para cultivar poco a poco una red profesional que me permita encontrar trabajo cuando lo necesite. Pero ¿qué nicho ocupa Facebook? ¿qué me aporta que hace que merezca la pena todo el tiempo que pierdo leyendo noticias que en realidad no me importan? Y como de momento no he conseguido encontrar respuesta a esas preguntas, sigue desactivado.

Menos tiempo en el móvil = más tiempo para otras cosas. Leer, jugar con mi peque o simplemente sentarme a mirar los pájaros saltando por mi jardín. Y respirar. Y que ese tiempo que vuela, se pare por un momento. 

Evaluad todo lo que hacéis y procurad que todo tenga una razón que os satisfaga. A ver si un día vais a echar la vista atrás y daros cuenta de que podríais haber invertido vuestro tiempo más sabiamente.

sábado, 5 de marzo de 2016

Diez meses

Parece mentira, pero ya casi ha pasado un año desde aquel 5 de mayo en que la peque entró en nuestras vidas. Parece que fue ayer, y a la vez es tan lejano que siento que esos primeros días en que tenía una recién nacida en brazos fueron un sueño (a veces también un poco pesadilla).

Pero aquí estamos. El pequeño troll con fiebre intermitente desde la madrugada, y aún así toda una campeona. Todo el día a base de líquidos y desde el mediodía durmiendo bastante frecuentemente, pero la pobre es que casi ni se queja. Sí, cuando está despierta está pegada a mami. Sí, cuando está dormida a ratos gime un poco, sobretodo si tiene fiebre. Vale, cuando mamuchi le empieza a pasar paños fríos por la frente y por el cuello sí que lloriquea, pero sabéis que vosotros también lo haríais si estuvieráis intentando dormir y viniera alguien a poneros una toalla fría en la cabeza.

Es un sol de niña. Ayer estuve en una recepción en el trabajo y como siempre acabamos hablando de críos (un compañero de los presentes tiene dos peques y otra está embarazada ahora), y como siempre a mamuchi se le cae la baba con su pequeña. "Yo es que lo estoy disfrutando muchísimo, pero es que mi niña es TAN buena que lo hace todo muy fácil".

Luego lo pienso y la gente debe llegar a odiarme a veces. Deben pensar que soy una de esas mamás que para fardar de bebé sólo cuentan las cosas buenas. Puede que de esa impresión, pero no lo hago a propósito. Por supuesto que a veces es difícil, que a la tercera vez de tener que levantarme entre las 3 y las 4 de la mañana igual sale alguna que otra palabra menos fina pero eso son minucias comparado con todo lo bueno. Y cuando te paras a pensar, en realidad tu bebé te quiere con locura y si llora, si te llama, es porque de verdad te necesita. Porque se encuentra mal y no entiende qué le pasa. No entiende por qué tiene tanta calor, o por qué le duele tanto la garganta o por qué no puede respirar por la nariz. Si nos paramos a pensar nos damos cuenta de que a nosotros también nos dan miedo las cosas que no entendemos (que obviamente son menos de las que no entiende un bebé).
Y teniendo en cuenta que si el bebé nos llama es porque de verdad nos necesita, porque está asustada, o está triste, o se siente sola, o se encuentra mal... ¿cómo nos vamos a enfadar?

Hoy la peque tosía y me miraba con esos ojitos y esa pena en la cara, intuyo que porque le duele la garganta al toser. Y yo le decía "cariño, ojalá me doliera a mí y no a ti, pero no puedo hacer nada más para aliviarte". Y evidentemente no entendía mis palabras, pero sus ojos decían que algo entendía.

Diez meses y ya gatea, y casi camina sola. Balbucea diferentes sílabas, aplaude, saluda, señala y hace "Hi five!". Responde a su nombre. Come (medianamente) bien. Lleva la talla 86cm (18 meses). Duerme toda la noche (casi todas las noches). 


Diez meses y celebrando con mocos, tos, fiebre y diarrea. Y todas las cosas que no se porque no me las puede explicar. Por otro lado, es un virus y en poco pasará y volveremos a la normalidad (espero).

Yo hago balance y sigo concluyendo que me ha tocado la lotería. Una niña preciosa, lista y sana. Sobretodo esto último. Si se me parte el alma cuando la veo triste porque tiene tos, no imagino si fuera algo más serio. No lo quiero ni pensar. 

A veces me pregunto si todo esto cambiará. Si dejaré de disfrutarlo como ahora. Si tendré momentos en los que me arrepienta de haberla tenido. Si pensaré que lo estoy haciendo mal. Uno siempre lee que es normal que los padres se planteen si están haciendo las cosas bien. Yo, personalmente, ahora mismo pienso que no las podría estar haciendo mejor, pero quizás eso cambie.

Será cuestión de seguir adelante y ver qué pasa :)

miércoles, 2 de marzo de 2016

Supermamá no puede estar enferma

Estos días estoy como si me hubiera pasado un camión por encima. A medio camino entre un resfriado y una gripe, con mocos y tos y fiebre intermitente. Y con un bebé en casa.

Por un lado, soy afortunada porque:
1. Tengo a mi marido a mi lado, lujo que no todo el mundo disfruta.
2. Mi peque es más buena que el pan.

Aún así, un bebé es un bebé y el troll en concreto sigue bastante enmadrada (es la edad) y eso de llegar a casa y que mamuchi esté en la cama es una gozada - porque normalmente la peque está sola con papuchi un par de horas hasta que mami llega (cansada de trabajar) y se pone a jugar con ella.

Da igual que mami tenga mocos, se levanta de la cama igual. La peque solo tiene que hacer la croqueta un poco por encima de la cama, trepar por aquí y por allá, hacer un par de arrumacos y luego exigir pedir que mamuchi la ponga en el suelo, le de las manos y la siga a donde ella quiere ir. Y mamuchi, que es un poco tonta y se le cae la baba con su niña, lo hace. Porque la infancia son dos días y en nada el pequeño troll no querrá saber nada de mami. Y será mamuchi la que tenga que hacer arrumacos y pedir exigir atención.

Ahora mismo la estoy oyendo parlotear desde su cama. Está cansada, quiere dormir, pero no quiere dormir. Porque es de día y de día hay que jugar. Lo que me recuerda que tengo que comprar cortinas más opacas antes de que llegue el verano o aquí no dormirá nadie.

Es duro estar enferma y tener que seguir al mismo ritmo. Papuchi tampoco está muy fino, así que ninguno de los dos está al 100%.

Parece que la peque ha desistido, porque ya no la oigo. Creo que la peque se ha levantado (porque ya hace tiempo que en su cama, se levanta sola y espera de pie a que entre alguien, cual niña malvada de película de terror). Oigo ruido en la cocina. Papuchi la ha sacado de la cama y el troll ha salido gateando de su habitación, a ver qué encuentra.


Y ahí queda mi ratito de descanso.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Días espesos

Hoy tengo el día tonto. De esos en los que tienes que trabajar (y mi trabajo es 80% intelectual) y no hay manera de que nada salga bien. De esos en los que decimos que estamos espesos.

Ilusa de mí, he pensado que alomejor escribir aquí me aclaraba las ideas, y en cambio mi lentitud y torpez mental simplemente se han extendido también al reino blogger.

Días como hoy me gustaría ser una SAHM (Stay at Home Mum), o lo que es lo mismo, una madre de las que trabaja en casa, ocupándose de su hogar y de sus hijos. Porque al fin y al cabo, las que trabajamos fuera luego llegamos a casa y también nos toca seguir haciendo cosas. Hoy me habría levantado y dormido hasta que la peque se despertara en lugar de despertarla yo. Habríamos desayunado y jugado un ratito y luego habríamos salido a dar un paseo. Durante la siesta del bebé limpiaría la cocina y haría las camas. Recogería juguetes y me daría una ducha y ya sería la hora de comer. Haría de comer para mí y para el troll y después jugaríamos otro ratito, quizás fuera en el jardín. Y después ya llegaría papuchi a casa y mamuchi podría descansar un ratito.

Qué bien suena todo esto dicho así.

Luego la realidad es otra. La realidad es que cuando no tengo el día absurdo como hoy, voy al trabajo y lo paso bien. Tengo conversaciones interesantes con personas adultas y en general me siento productiva y orgullosa. Almuerzo en el trabajo y eso me obliga a comer más sano (porque no puede una llevarse pasta al trabajo día sí y día también). Y por supuesto está el factor económico de que entren dos sueldos en casa y no uno. Papuchi y yo no derrochamos (yo siempre he sido una hormiguita) pero ahora estamos en una casa más grande y más cara. Tener coche aquí es un lujo. Y además a mí me gusta tener ahorros, porque me dan seguridad. Y así puedo viajar a casa de vez en cuando, aunque no tanto como me gustaría.

Y nos nos engañemos, un día en casa con la peque suena maravilloso, dos días suenan genial, tres días suenan bien, pero cada día de cada semana de cada mes, exclusivamente viendo a mi peque crecer...

... pues la verdad es que ahora mismo suena también maravilloso.

lunes, 15 de febrero de 2016

Todo llega

Ya vuelve a ser lunes. ¡Qué rápido pasa el tiempo cuando uno disfruta!

Cada día que pasa estoy más enamorada y anonadada con mi peque. Ayer tuvimos visita de unos amigos con su niña de 6 semanas, y ver al pequeño troll cogerle la manita delicadamente me derritió por dentro. Siempre le sonríe y se la ve super feliz mirando a Gal.la (la hija de mis amigos) y si no la estuvieramos controlando seguramente la achucharía y muy probablemente le haría mucho daño sin querer.

Y yo miro a Gal.la y no me puedo creer que mi niña haya sido así de chiquitita. Cabe decir que el pequeño troll nunca tuvo la carita típica de los bebés recién nacidos, siempre se vió un poco mayor. Y a las seis semanas, cuando la bautizamos, ya no parecía una recién nacida en absoluto, diría yo. Pero aún así, toda esa etapa de miedos, de inseguridad, de lágrimas... todo parece un sueño, irreal, como que está muy muy lejano y casi parece que nunca sucedió.

Ahora todo son risas (y algún llanto de la peque, pero pocos) y achuchones y cosquillas. Todo es jugar y explorar y no querer irse a dormir (de ahí los llantos). Sí, paso todo mi tiempo libre con mi peque, pero lo disfruto tanto o más que ella, aunque simplemente me siente a verla jugar. Tener la oportunidad de verla interactuar con sus juguetes y redescubrirlos una y otra vez es maravilloso. Saber que tú has creado a esa personita, que le has dado vida, es una sensación indescriptible. No se puede comparar con absolutamente nada en el mundo. Al menos, nada que yo haya experimentado antes.

El sábado estábamos jugando sobre unos colchones en el suelo, cuando la agarré de las piernas y la hice rodar, primero de la espalda a la barriga y luego al revés. Por lo visto le pareció divertido, porque al momento lo hizo ella sola. De la espalda a la barriga y siguiendo otra vez a la espalda.
Ella sola. Sin ayuda.

La peque nunca había hecho esto, al menos no premeditadamente, así que lo celebré y la aplaudí (lo que la llevó a repetir la operación una y otra vez). Y luego llamé a papi para que viniera a verlo.

Una parte de mí, en ese momento, se quedó un poco más tranquila. Los bebés "normalmente" aprenden a rodar antes de gatear y de andar. A menudo antes de saber sentarse. Pero mi peque fue rápida aprendiendo a sentarse, y eso combinado con que siempre odió estar panza abajo, causó que nunca llegara a hacer la croqueta (rodar de lado, esto es).

Entonces todo el mundo te dice que es importante que hagan esto y lo otro. E internet está lleno de videos del estilo "ejercicios para que tu bebé aprenda a rodar" o "enseña a tu bebé a sentarse" o "así enseñas a tu bebé a gatear".

Pues desde aquí, yo pregunto: ¿Y si confiamos en la capacidad de los niños de aprender a hacer estas cosas solos? ¿Y si les damos tiempo y dejamos de intervenir hasta que haya verdaderos motivos para hacerlo (en caso de un retraso del desarrolo real)? 

Todo esto está reflejado en la filosofía RIE (Resources for Infant Educators), creada por Magda Gerber. Por Navidad recibí unos cuantos libros sobre el tema que aún tengo pendientes, pero en general esta manera de educar implica principalmente:

- Confiar en las capacidades del bebé y permitirle desarrollarse a su propio ritmo, y no al nuestro.
- Observar sensitivamente para entender qué puede hacer por si sólo y en qué cosas aún necesita ayuda (a veces, si ayudamos al bebé demasiado rápido, estamos privándole de una oportunidad para aprender a hacer algo nuevo ella sola).
- Involucrar al bebé en las actividades cotidianas para que sean participantes activos y no receptores pasivos. "A ver, te voy a quitar el pantalón. Primero la pierna derecha... ¿Me ayudas a sacar tu pierna? ¿Puedes sacarla tú?". Importante también darles el tiempo necesario para intentarlo. 
- Un abiente seguro, tranquilo y estimulante.
- Tiempo de juego ininterrumpido. Y en esta línea, dejar que jueguen como ellos quieran y nunca intentar enseñarles a jugar, por ejemplo "Mira, la pelota se rueda así, ¿ves?". 
- Consistencia. Reaccionar siempre de la misma manera ante las mismas acciones, sin importar nuestro estado de ánimo. Comunicar nuestras expectativas y establecer límites claros. Que el bebé sepa lo que se espera de él para poder actuar en consecuencia. 


Pero esto de la RIE merece uno o varios posts en un futuro. Cuando haya leído bien los libros. Y así os explico :)




viernes, 5 de febrero de 2016

¿Pero dónde se van mis días?

Hace ya casi 3 meses (!!!!!) que no escribo. Mudanza, Navidad, vacaciones... la verdad es que no hemos tenido un respiro en las últimas semanas.

La peque cumple hoy 9 MESES. Siempre digo lo mismo, pero no me lo puedo creer. Cada vez que me vuelvo a dar cuenta de lo rapidísimo que pasa el tiempo, me digo a mí misma que tengo que disfrutar cada momento con mi pequeña, porque cada momento es único e irrepetible. El reto es trabajar más de 7h al día, conducir más de 2h y ponerse a revolcarse por el suelo al llegar a casa muerta de cansancio. Pero lo hago, y con gusto. Porque en menos que canta un gallo, mi hija estará cerrándome la puerta de su cuarto en las narices.

Nuestro troll pesa ya cerca de 11kg y mide unos 76cm (aunque lleva ya ropa de la talla 86). Habla, ríe, baila y se pone a cuatro patas, aunque no gatea aún. Pero camina y casi corre si la llevas de las manos o si tiene muebles en los que irse apoyando. Le gustan los abanicos y los cables y los mandos de la tele. Los móviles también. Y los ordenadores, sobretodo el teclado. Adora los animales y en casa de su cuidadora se pasa el día siguiendo a los perros y hablando con ellos.

Aún sigue con el biberón, pero todo lo que nosotros comemos lo prueba. Las papillas que se las coma mamá, a mí dame pizza, y canelones y pollo al curry. Tenemos el armario a rebosar de todo tipo de cereales y papillas de bebé, y ahí se van a quedar porque a mi niña no le gusta esto de que le den de comer con cuchara. Ella tiene que comer solita, con sus manos, como un mono. Y beber agua de un vaso, como los adultos.

Hace un par de semanas empezó a saludar, y luego a aplaudir.

Se parte de risa cuando le mordisqueo los muslos o cuando papi o mami se ponen cosas extrañas a modo de sombrero. Porque mami y papi son así, y a veces se preguntan si estarán perjudicando a su peque siendo así de payasos, si crecerá pensando que el mundo es demasiado aburrido porque la gente no se pone cacerolas o coladores en la cabeza.

Tiene mucho carácter. Sabe lo que quiere y lo que no, y lo expresa con soltura. La semana pasada estuvo aquí la enfermera y cuando se fue, papi y yo no cabíamos por la puerta (de lo orgullosos que estábamos, se entiende). Nos dijo que no esperemos que la niña gatee, que seguro que caminará directamente y ya gateará después. Nos dijo que habla mucho, y es muy despierta. Que no tiene miedo a los extraños porque es una niña que se siente segura, a diferencia de otros niños a los que les cuesta más interactuar con gente a la que no conocen. Le dió una cuchara de plástico para jugar, y luego unas anillas enlazadas. Después metió la cuchara entre las anillas y se la dio tal cual. La renacuaja tardó medio segundo en sacar la cuchara de las anillas, tirar la cuchara al suelo y quedarse con esa cosa metálica/plateada tan chula. Por lo visto fue muy rápida (para el estándar bebé), pero mami explicó que es que en casa también nos gusta ponerle "puzzles" y jugar con cosas cotidianas.

También es cierto que sigue odiando estar panza abajo, y que no rueda hacia la espalda ni al revés. Pero por lo visto es muy normal que los bebés hagan esto una vez y luego nunca más. Y dado que nuestra pequeña está tan avanzada (palabras de la señora enfermera, no mías), no es de extrañar que eso de rodar por el suelo o arrastrarse cual serpiente, no sea lo suyo. 

Podría seguir y seguir escribiendo, porque mi hija me fascina. Pero hay una lavadora que poner, un lavavajillas que vaciar y un marido con el que sentarse un rato a ver la televisión (aprovechando que son las 8 y la peque está dormida hasta el momento).

Esto de ser mamá es una locura, pero de las buenas. Me da tanta pena que esté creciendo tan rápido, aunque cada nueva etapa sea tan increíble y emocionante como la anterior. Empieza una a plantearse si en el futuro habrá que darle un hermanito a nuestra primogénita, sólo por poder experimentar todo esto de nuevo... aunque siempre está el riesgo de que el segundo te salga tarado, y entonces seguro que no se disfruta tanto...