Supongo que el hecho de que ya va haciendo más y más cosas e interacciona más con nosotros hace que disfrute más pasar tiempo con ella. Por ejemplo, hace dos o tres días que se llevó un juguete a la boca por primera vez. Su amado león. Cuando se lo enseño y lo hago sonar, sonríe y a veces lo agarra y se lo acerca a la boca para seguir inspeccionándolo.
Este es el primer juguete/sonajero al que ha reaccionado. |
(qué poco inspirada estoy hoy para escribir, me está costando mucho)
Este es el gimnasio de actividades que nos regalaron |
Le pregunté a papuchi si había sido él y pensó que estaba bromeando. Por primera vez, y sin que nadie la viera, la peque se habia desplazado ella solita.
Para que os hagáis una idea, si pensamos en el gimnasio como un reloj, yo la dejé a lo que serían las seis (cabeza a las doce, pies a las seis) y cuando volví estaba a las dos menos veinte (cabeza a las dos, pies a las ocho).
O se movió sola, o tenemos un Poltergeist en casa. Yo creo que es lo primero, pues últimamente está usando mucho las piernas e intenta empujarse hacia atrás con ellas. También hace intentos de darse la vuelta para ponerse panza abajo - lo cual sería ideal pues al llegar a esa postura de manera natural, alomejor empieza a odiar menos el tummy time.
Poco a poco también empieza a ganar control sobre la cabeza, cuando está en vertical, i.e. cuando alguien la tiene en brazos. Solo dura unos segundos y luego empieza a balancearse de nuevo, pero ¡algo es algo! En parte es culpa nuestra porque no la forzamos a estar boca abajo, pero ¿hasta qué punto tenemos que obligar a los peques a hacer algo que no quieren, sólo para que aprendan más rápido a hacer cosas que llegarán más tarde de manera natural?
Y con esa pregunta cierro la entrada de hoy, porque si empiezo a desarrollar el tema no paro (y porque el troll se acaba de despertar).